1.3: La Desaparición del Héroe

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Rachel comenzó a caminar de regreso a casa después de un largo día...
El sol estaba ocultándose poco a poco, y el cielo se pintaba de todo tipo de colores otoñales... reflejos naranjas y amarillos en la copa de los árboles, y sobre los ríos que rodeaban el reino.

Cualquier persona que cruzaba miradas con ella, sonreía o la saludaba, llamándola orgullosamente por su nombre, preguntando por su día, en fin... Rachel sabía que jamás estaría sola, y era algo reconfortante... y a la vez abrumador.

Y poco a poco, ve su pequeño hogar a la distancia, en las fronteras del pueblo... una casucha normal, decorada con todo tipo de flores en el jardín y en la entrada... las paredes amarillas con detalles azules. Era una casa preciosa que estaba solo a unos metros  de la frontera en el bosque.

     Conforme empieza a acercarse más y más, la imagen de su hermana sentada a la puerta comienza a ser más visible. Su precioso vestido azul, su cabello castaño... y...
Lágrimas

     Isabelle estaba llorando, y tan pronto como Rachel se dio cuenta, apresuró su paso, corriendo hacia ella.
     —Hey, Isa... Isa... ¿Qué pasó?— Algo dentro de ella sabía que la razón de sus lágrimas podría ser causa de su padre, así que decidió ser aún más directa, —¿Qué te hizo?—

     —Él...— La voz de Isabelle se cortaba, no podía hablar y describir lo que sucedió. Lo único que hizo fue levantar las mangas de su vestido y mover hacia atrás el cabello que le cubría los hombros. Había golpes y heridas en sus brazos y en su cuello.
Como si hubiera intentado ahorcarla y como si ella hubiera intentado defenderse. Como si le hubiera azotado una soga contra su piel como castigo. Como si...

     —Estás bien, estás bien. Estoy aquí...— Rachel envuelve a su hermanita en un abrazo. Su situación comenzaba a ir de mal en peor, y tener que lidiar con eso sola, era horrible.

     Rachel ya no podía salir al pueblo y dejar a Isabelle sola en casa porque tenía la angustia de que quizás su padre iría contra ella. Isa no tiene la fuerza para defenderse, nunca la tuvo. Pero alguien debía encargarse de las compras, las tareas, las labores... y Rachel era mejor vista en el pueblo que Isabelle, Isa era una vergüenza para su padre, y por ello, casi nunca la deja salir.

     Isabelle nota cómo su hermana mayor se pone de pie, y se dirige dentro de la casa. Cerrando la puerta detrás de ella y dejándola afuera, por su propio bien.

     Al entrar, la joven sostiene firmemente su canasta llena de comida, y ve a todos lados en la casa ya obscura, buscando a su papá, —¿Padre?—

     Gastón se encontraba en la sala de estar, sentado en el sillón, viendo fijamente la chimenea encendida, la única fuente de luz en la habitación, —Hola, linda. ¿Trajiste lo que te pedí?—
     Rachel se acerca a él, sentándose también, sacando de su canasta unas cuantas cosas y colocando a su lado una caja de una docena de huevos. —Buena, niña—

     —¿Sabes que hay otra "buena niña" afuera de la casa...? Esta llorando—

     —Ah— A Gastón no parece importarle en lo absoluto. El toma uno de los huevos, lo parte con su mano, y lo toma como si fuera su dulce favorito. Un huevo crudo.

     —¿Por qué está llorando?—

     —Tu hermana siempre llora, creí que a este punto te acostumbrarías—

     —Padre. Isabelle te necesita—

     —Por favor, esa niña necesita un milagro. En el mundo se la comerían viva. Es tan inútil, débil, es una...—

El Club de los Escritores PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora