Capitulo 19- Un nuevo plan (Parte 3)

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Cruzaron una gran variedad de calles, pero la mayoría eran pequeñas y oscuras. Era obvio que Corso la llevaba por sitios no demasiado visibles y concurridos para que nadie la reconociese. Que tuviera que ir así por una ciudad que en su día fue el lugar donde vivió tan tranquila resultaba triste e inquietante a partes iguales. Claro que la sola idea de que alguien la reconociese, sobre todo sabiendo que estaba oficialmente muerta, era un escenario que la aterraba. Lo mejor, por el bien de todos, era que siguiera oculta.

Continuaron su camino sin demasiados altercados. Por suerte, a esas horas no había demasiada gente y los pocos que se cruzaron, apenas mostraron interés en ellos dos. Eva, quien se encontraba nerviosa por andar por esos sitios, se fue relajando poco a poco, aunque en ningún momento bajó la guardia. Corso, por su parte, se hallaba bastante más tranquilo. Alejarse de Lucila le había venido que ni perfecto.

Llegaron a un enorme parque, repleto de grande árboles. Estaba rodeado por altas vallas metálicas y el gran portalón que servía de entrada estaba cerrado. No suponía problema alguno para ambos nocturnos, pues lo saltaron con facilidad. A Eva le sorprendió moverse con tanta soltura. Estaba claro que ya se iba acomodando a sus nuevas habilidades y las controlaba mejor.

Ya dentro, se pasearon por una amplia avenida custodiada a cada lado por esos gigantescos árboles. La intrínseca red de ramas que formaban ocultaba muy bien toda la zona e impedía ver a quienes estaban dentro, razón por la cual quizás Corso la había traído aquí. Siguieron hasta llegar a una parte más abierta. En el centro había una gran fuente rodeada de bancos. Si bien esta parte los exponía más, los enormes pinos a cada lado junto con las enredaderas que habían crecido sobre las vallas apenas dejaban ver a los de fuera quien había allí. Siguió a Corso y llegaron a una esquina donde había un banco de hormigón. En ese sitio, el nocturno se sentó y Eva hizo lo mismo.

Quedaron en silencio. Podría parecer que Corso no quería hablar con Eva, pero la nocturna pensó que más bien, lo que su amigo buscaba era disfrutar del silencio que había allí. Después de toda la discusión que habían tenido con Lucila, no había mayor alivio que la paz proporcionada por aquella quietud. Si, a lo lejos, se escuchaba cierto bullicio procedente del centro de la ciudad, pero era un lejano eco perdido en la inmensidad de ese océano de idílica tranquilidad.

—Ey, ¿quieres uno? —le preguntó.

Cuando se volvió, su amigo le estaba ofreciendo un cigarro. Le llamó la atención que hiciera otra vez eso, cuando ya le dejó bien claro que ella no fumaba, pero entendía que era una forma de intentar animarla tras todo lo que había pasado, así que tampoco estaba molesta precisamente, sino más bien, agradecida.

—No, gracias.

Corso carcajeó un poco mientras encendía ese cigarro y le daba una calada.

—Tu misma —dijo tras dejar salir el humo—. Ya sabes que no te matará.

Morir, un concepto tan extraño como lejano. En teoría, siendo una vampira, todavía podía palmarla. La luz del Sol, el fuego, una decapitación, incluso, las balas de ametralladoras y escopetas la podían matar. Sin embargo, el significado de ese acto había cambiado por completo para ella. Era un augurio de algo terrible, pero que se veía lejano por completo. Ahora, la eternidad se presentaba como su único significado en la vida y no sabía si eso era peor que su olvidada mortalidad.

Dejaron que el tiempo pasara, imbuyéndose de aquella serenidad que les rodeaba. En cierto modo, Eva por fin se sintió en paz. Todos sus problemas y tribulaciones se despejaron de su mente, como si la suave brisa que soplaba ahora se los hubiera llevado. Así permanecieron hasta que Corso decidió hablar.

—Oye, ¿se puede saber a qué coño ha venido todo eso con Lucila?

Buena cuestión, pues ni ella misma lograba entender del todo a que había venido esa actitud por parte de su jefa y ¿pareja? Se detuvo a pensar por un momento en la clase de relación que tenía con Lucila. Llevaban una semana entera teniendo relaciones sexuales sin cesar y hasta dormían juntas y todo, pero entre ellas dos, parecía que hubiera tan solo una mera formalidad entre jefa y empleada o incluso, se podría decir como guardaespaldas y protegida. Quería pensar que había algo mas entre ellas, pero la forma de actuar de Lucila conseguía que dudase y eso la hizo sentir más miserable aún.

Mar de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora