Capítulo 4 «Gajes del oficio»

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Sophie no durmió casi nada, se pasó la noche planeando la estratagema que emplearían para atrapar al jefe de la banda de los Tiburones, ella sabía lo que tenía que hacer, ya lo había hecho muchas veces.

Haría el juego de "atrapa al ratón", haciéndose pasar por una mujer inofensiva y despreocupada. Una vez que estuviese en la guarida vería la manera de estar a solas con el hombre que comandaba a la banda para someterle y mandarle la señal al equipo de respuesta, que ingresaría al lugar disparando sin ningún miramiento.

Para obtener la información solo necesitaban al jefe de la banda con vida, cuando ella garantizara su seguridad los demás podrían ir al infierno, «y bien que lo merecían» pensó, esa gente arruinaba millones de vidas cada año.

Era una mujer piadosa, pero a los contrabandistas y malhechores aprendió a verlos como objetos, personas inhumanas que no merecían misericordia. Ella siempre disparaba para inmovilizar, pero en ocasiones matar resultaba necesario.

Pensó en la pobre Carmen que casi fue asesinada por un psicópata que buscaba su placer en el daño que infligía en las mujeres. Si esa noche ella no estuviese vigilando ese sector su amiga estaría muerta.

Esa vez no dudó ni un segundo antes de disparar, y cuando la bala atravesó el cráneo haciendo un ruido crepitante, vio que el hombre cayó sin vida en el concreto. Nunca olvidaría esa escena, fue su primer disparo mortal, bueno el sujeto sin duda lo merecía, pero, aun así, ella había sentido la pérdida humana.

Su madre le había dicho que era comprensible, pero que los malos no debían ser recordados, que pensara siempre en las vidas que estaba salvando al sacar a ese psicópata de las calles.

Cuando terminó la videoconferencia con su equipo ya eran las cuatro de la mañana, tenía que descansar al menos unas horas para estar alerta en su misión.

Se recostó contra el sofá para descansar los ojos «solo por unos segundos» pensó, pero minutos después había quedado dormida. Cuando golpearon su puerta en la mañana saltó del sofá empuñando su pistola de nueve milímetros.

—¿Quién es? —espetó alarmada.

—Soy yo —dijo Carmen, ella le abrió la puerta que estaba con llave.

—¿Qué hora es? —preguntó aún algo dormida, Carmen traía una bandeja de servicio con café negro y unas galletitas.

—Me avisaron las chicas que algunos hombres de la banda de los Tiburones fueron vistos dirigiéndose hacia aquí en un auto, ya son como las 9 de la mañana, es su horario de costumbre —le advirtió.

—Entiendo, ¿ya pensaste en que excusa les vas a dar para no enviar a Celeste? —preguntó tomando la tasa de café de la bandeja y bebiendo un sorbo generoso.

—Le diré que ha tenido una sobredosis esta semana y que la estamos cuidando.

—Es una excusa válida.

—No sería la primera vez, así que no sospecharán de nada.

—Perfecto —agregó y la miró seria.

—¿Han preguntado algo las otras chicas?

—Ellas saben que no deben decir nada, más de una te debe favores y las otras te tienen miedo —dijo sonriendo.

—Ya veo, me prepararé, bajaré en unos minutos.

—De acuerdo —Carmen dejó la bandeja en una mesita antes de salir y cerrar la puerta.

Sophie abrió su maletín, se puso el broche rastreador y los audífonos para comunicarse con su equipo, por suerte los dispositivos eran discretos y casi imperceptibles. Soltó su cabello para desarreglarlo un poco y ocultar mejor el aparato auricular. Tenía que concentrarse para evocar a su personaje, cuando cruzara esa puerta ya no sería Sophie Gates la superagente, sería Kate la viciada que se prostituía por drogas.

Guardiana del Ceo ✔ (EXTRACTO GRATUITO)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora