Treinta.

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MELODY

Todo quedó hecho un auténtico asco.

—Es culpa tuya —sentencio.

—Sí, Melody. Fui yo quien me tiró harina en mi propia cara, clarísimo. —Said rodó los ojos.

Ahí está el odioso Said que conocía, me cae mejor este que el que dice que gusta de mí.

Todavía no estoy muy convencida de que sus "sentimientos" sean reales, aun después de su confesión estando borracho.

Puede que sea un simple capricho de un niño, y que no le guste en verdad. O solo se trate de una tonta apuesta con sus amiguitos.

No me sorprendería, siendo trama trillada de una comedia romántica. El giro inesperado y para nada surrealista; la chica siempre termina perdonándolo porque le gusta.

«Gustar las polainas que teje mi abuela Altagracia».

¿Lo perdonaría? Tal vez, pero no estaría con él. Tengo dignidad por favor.

—No debiste reaccionar —murmuro con simpleza—. Era muy fácil.

Me cruzo de brazos y me acerco para mirarlo desafiante, él hace lo mismo causando que nuestra cercanía se acorte.

Me está imitando.

—Si le tiras comida a alguien a la cara, obviamente no va a reaccionar, claro que no —ironizó.

Idiota.

Lo odio cuando se pone en ese plan. Es un insoportable de lo peor.

—Ay, mejor cállate. ¿Quieres? En vez de hacerte el irónico, ayúdame a limpiar, ojos de sapo.

—¿Ojos de sapo? —Sonrió con suficiencia—. ¿Ese es tu mejor insulto? Qué ternurita eres, Melo.

Lo empujo con brusquedad para quitarlo de mi camino. Agarro un trapo lleno de harina del suelo, y lo enjuago para después quitar el rastro de suciedad en las paredes.

—¿Me estás ignorando?

Sigo con lo mío.

—¿Es en serio?

«¿Sí y qué?».

—Melody, Melody, Melody...

La puta madre que lo parió —maldigo en español. Él inclinó la cabeza como un cachorro sin entender.

Las mentiras que te escribía © | EN CURSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora