—Está mucho mejor de lo que imaginaba —susurró, acercándose un poco más—. Lauren, cuando te tenía en brazos para pasar el portal, pensé que...

La frase de Keith quedó perdida cuando alguien carraspeó a nuestro lado. Los dos nos volvimos hacia Garrik. Él también tenía un aspecto horrible.

—Si queremos actuar esta noche, debemos hacerlo ya —sentenció.

Fruncí el ceño mientras un escalofrío me recorría por dentro. Keith se puso de pies con ligereza y estiró el brazo hacia mi para que pudiera incorporarme.

—¿Hacer el qué?

Intercambiaron una mirada, pero en seguida Garrik dijo en un tono que no daba pie a discusiones:

—Yo hablaré con ella.

Keith me observó largos segundos, indeciso. Estaba bastante segura de que, si quería, ganaría a Garrik en cualquier terreno. Tenía mucha fuerza y había sido educado para actuar ante el peligro, pero en aquel momento no era necesario. Se limitó a asentir y se hizo a un lado, lo suficientemente lejos para dar privacidad, lo suficientemente cerca para poder escucharnos.

—Lauren, ¿sabes por qué me fui de Valletale?

Asentí despacio. Notaba el tronco del árbol detrás de mí. Ellos me habían asegurado que ese árbol era seguro, aunque es cierto que algunas plantas y vegetación de Valletale podían ser peligrosas. Incluso sus animales eran más depredadores. La magia alteraba todo.

Me habían explicado que Valletale no era un cuento de hadas a pesar de la magia. Que el Gobernador a veces tenía que hacer cosas que no eran de su agrado.

Garrik suspiró. Miró hacia el cielo cada vez más oscurecido antes de continuar, como si pudiese encontrar fuerzas en él.

—Mi madre se puso muy contenta cuando descubrieron que yo tenía la magia. No es algo que se pase estrictamente de padres a hijos, pero sí suele tener que ver con la sangre. Mi tío abuelo había sido el anterior Gobernador.

Apreté los labios y guardé silencio cuando se tomó un momento de silencio. Parecía nervioso. Llevaba la mano a la frente y pasaba su peso de una pierna a otra.

Nervioso no, inquieto.

—Ella... Ella era una mujer cruel. Quería el poder y no le importaba conseguirlo a través de mí. Durante los años que estuve como Gobernador, tuve que...

Más silencio. Más miradas rápidas.

Tragó saliva y volvió a clavar la mirada en la mía, pero esta vez había un brillo de preocupación y malestar. Entonces confesó:

—Maté gente, Lauren.

Abrí mucho los ojos. Nunca esperé aquella confesión. Él espero a que yo dijera algo, pero no tenía un pequeño nudo en la garganta. Fue Keith, a la distancia, quien susurró:

—La forma más efectiva de mantener el poder, es con el miedo.

Las palabras hicieron eco en mis oídos. Él no parecía sorprendido por la noticia. Por supuesto, qué tonta. Seguro que ya lo sabía.

Garrik continuó.

—Tenía pesadillas todas las noches. Nunca estuve a favor de ese tipo de... control. Por eso escapé. Juré que nunca regresaría.

Keith nos había contado que mi abuela había tomado el relevo de Valletale, pero como su magia no era tan poderosa, necesitaba de vuelta a mi padre.

—Y ahora que estás aquí, ¿tendrás que gobernar de nuevo? —Me atreví a preguntar.

KEITH  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora