El sol siempre brilla mas allá de las nubes

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La casa de campo del doctor Toledo era una moderna caja de cristal incrustada en el desierto de Zabrinsky, a pocos minutos de Mosquera. Desde mi infancia no había estado en una fiesta tan grande como la de esa noche. Dos orquestas de salsa contrapunteaban al aire libre en una guerra musical, mientras la gente del hospital bailaba extasiada, levantando el polvo rojizo de la pista de baile hecha de tierra.  Yo me encontraba fumando un cigarrillo junto a la piscina, estupefacto ante el reflejo de las estrellas que destellaban en el agua.

— ¿Tienes fuego? —me preguntó el doctor Toledo tras aparecer de la nada a mi lado. Negué con la cabeza, así que encendió su cigarrillo con el mío—. ¿Qué haces aquí solo en plena fiesta? —me cuestionó en un tono amable, pero su mirada era inquisidora.
— Nadie deseó acompañarme a fumar —le mentí. Realmente quería escapar por un momento de la multitud.
— La mejor compañía está aquí dentro —dijo al tiempo que me daba unas palmadas en la espalda. Su boca era particularmente grande para su pequeña cara y cuando hablaba parecía que siempre contuviera las ganas de reír. Sus ojos negros relucían con la luz distante de las antorchas.
— Tiene un espejo gigante justo en el patio de su casa, es muy afortunado —dije algo nervioso dirigiendo la mirada nuevamente a la piscina, sin saber qué responder a lo que me pareció un halago.
— Así es. Cuando la veo de noche, me satisface pensar que el universo infinito está justo a mis pies. La belleza de la oscuridad y la luz en una danza eterna —hizo una pausa para tomar una bocanada de su cigarrillo, mientras ondeaba su otra mano en el aire como lo hace un director musical en un concierto—. El sol siempre brilla más allá de las nubes, nunca lo olvides —arrojó su cigarrillo sin terminar a la piscina, rompiendo bruscamente con la armonía de las estrellas titilantes en el agua. Me dedicó una sonrisa y se marchó. No era la primera vez que me decía aquella frase. La utilizaba cuando hablaba de esperanza, del destino o cuando algo resultaba ser diferente a lo que parecía.

Aquella noche celebrábamos el cumpleaños número cuarenta y cinco del doctor Toledo. Era difícil pensar que un hombre tan encantador y amistoso como él hiciera las cosas que le acusaban. Su elocuencia siempre hacía sentir especial a todos, incluyéndome. A pesar de conocerlo desde hacía tan solo cuatro meses, en poco tiempo había confiado en mí como ningún profesor del posgrado lo había hecho antes. Por ello, los rumores iniciales me desconcertaron, pero las visitas del Ministerio de Salud en su ausencia terminaron de abrumarme. Por suerte, el doctor Toledo estaba en Japón cuando todo ocurrió.

Una representante del Ministerio de Salud se había presentado dos semanas atrás, sin previo aviso, en el hospital. Se reunió con el gerente médico y le expuso todas las quejas que había recibido de pacientes que habían sido presuntas víctimas de los actos del doctor. Le pidió poder entrevistar al personal que trabajaba en el quirófano o de lo contrario cerrarían la unidad de urología, por lo que el gerente accedió sin objeción.

Judy, la instrumentadora que en la fiesta reía a carcajadas en una mesa distante, con un vaso de whisky en su mano mientras yo estaba junto a la piscina, contó que el doctor programaba uretroplastias perineales, pero que realmente solo abría la piel y los músculos sin siquiera tocar la uretra. A su derecha se encontraba la enfermera Amanda, que siempre lucía trasnochada y descuidada, pero en la fiesta sorprendió a todos con su vestido escarlata de lentejuelas y sus piernas largas. Ella confesó que el doctor Toledo no fragmentaba los cálculos, para poder operar al paciente en varios tiempos quirúrgicos.

Podría así describir a cada uno de los asistentes y narrar las atroces historias que contaron a la representante del Ministerio, pero ninguna fue peor que la de Hermes. Él era el auxiliar de enfermería más antiguo, así que conocía al doctor Toledo desde hacía más de quince años. Confesó que el doctor había realizado nefrectomías de riñones sanos. A pesar de la magnitud de sus acusaciones, aquella noche Hermes bailaba bajo la luz de la luna con otro hombre, en el centro de la pista de baile.

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⏰ Last updated: Nov 14, 2023 ⏰

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