♯𝐎𝐍𝐄·

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La mochila de Chaewon cae al piso al ver a su ama de llaves tendida en este, debajo de un enorme charco de sangre y llorando con sus últimas fuerzas, la rubia se arrodilla delante de ella con el corazón a punto de estallar de tristeza e impotencia.

La mujer alarga su mano hacia ella y la posa en su mejilla, manchando la piel de parcelada de Chaewon de ese color carmesí, la habían cortado el cuello y ella misma se sorprende como había sobrevivido hasta la llegada de la chica.

—Mi niña. —Dice la mujer como puede.

Jang realmente pensó que, si se iba a vivir a un lugar decente en el sur, para nada llamativo, viviría segura lejos de los matones que querían eliminar a la última integrante de los Jang. Pero se equivocó, en su vida había de todo menos paz y tranquilidad.

—Aquí estoy. —Habla en un hilo de voz.

—Vete antes de que ellos regresen, —Le advierte—. Toma el dinero y vete.

Tan pronto como la mujer dijo eso, la puerta de su casa comenzó a ser forzada, le da una última mirada a la mujer antes de tomar su mochila y correr a su habitación. Metió con rapidez algo de ropa, unos cuantos miles de wones, su arma y su mercancía.

Salto por la ventana antes de que esos hombres entraran y corrió hasta que sus pies ya no se lo permitían, se recargó bajo un techo dentro del callejón cuando la lluvia comenzaba a hacerse presente.

Se recarga contra la puerta de hierro mientras piensa que iba a hacer, tenía que conseguir un lugar para quedarse si no quería que esos matones la encontraran, se levanta mientras se coloca la mochila en el hombro.

—Demonios. —Maldice cuando nota su reflejo en un espejo.

Su cabello, ropa y algunos lados del rostro estaban manchados de sangre, sus manos también lo estaban y le provocaba cierto nerviosismo, tenía la sangre de la persona que considero su madre en sus manos.

—¿Y si...? —Cegada por la tristeza abre su mochila.

Saca de esta las jeringas que vendía por pura diversión, jamás había entendido por qué los jóvenes se hacían adictos a eso, pero justo ahora, lo único que quería era estar tranquila y en paz, había dos opciones: La muerte o huir.

Estaba tan cansada de huir. La muerte.

Quito su listón que siempre llevaba y se lo amarro con fuerza en su brazo, suspiro mientras se volvía a sentar, tal vez con dos o tres será suficiente para matarme, pensó. Sus dedos sintieron una vena y tomo la jeringa.

Tan pronto como se colocó una, su cuerpo comenzaba a sentirse más calmado y menos ansioso, sus ojos pesaban y su respiración era más tranquilidad, como si estuviera en un sueño. Sus ojos se ajustaron a la poca luz que había cuando noto la presencia de alguien más.

—¿Estás bien? Parece que estas heridas. —Dijo una voz masculina.

Cuando Chaewon lo vio por primera vez, pensó que la muerte había venido por ella, que las drogas habían cumplido con lo que ella quería y que todo estaría bien, su aliento frío salió de sus labios rosados, como si por fin pudiera respirar.

No sabía si su mente le estaba jugando una mala pasada por las drogas o si realmente había alguien de pie frente ella.

—¿Eres tú no? La hija de uno de los mafiosos más buscados de las dos coreas, — Sus nervios regresaron de golpe—. Pensé que serías un monstruo, pero eres humana.

Se alarmó casi de inmediato, saco su arma y con su mano ensangrentada le apunto al hombre entre las cejas, él no se notaba nervioso, tenía fe que la joven no le dispararía hasta que terminara de dar una explicación coherente.

—¿Quién eres? —Pregunta en voz alta.

—Tengo un plan. —La rubia lo vio arrodillarse frente ella, haciendo que su paraguas le dejara de mojar los pies.

—¿Un plan?

—Necesito que hagas algo. —Dice el hombre y entonces Chaewon parece entender lo que quería.

—¿Y tú que me vas a pedir? Tengo suficiente con los matones de mi padre, ¿O acaso me pedirás que robe algo? ¿Te parece que estoy desesperada?

—Un ladrón que roba poco, termina siendo perseguido o muere en la cárcel, —Ajusta sus lentes mientras cuida sus propios movimientos—. Pero uno que roba a gran escala, puede cambiar al mundo, incluso ser un héroe.

Cuando era niña, su padre le inculcaba a ser una princesita, los estudios los tenía por petición de ella, porque si fuera por él le enseñaría a su pequeña los lugares donde puede comprar ropa de marca.

Una princesita inútil que no sabía otra cosa más que comprar cosas, eso no quería ella.

Jamás había hecho cosas como robar, ni siquiera un lápiz, que era lo que todos hacían alguna vez. Su vida había sido tranquila y sin emoción, ¿Y si esto le da un toque nuevo a mi vida? ¿Y si esto me llena de las experiencias que alguna vez soñé?, pensó. Fue bajando el arma lentamente.

—¿Cuánto hay que robar para cambiar al mundo? —Pregunto.

El hombre tiró el paraguas aun lado y alzo su mano, levanto cuatro dedos.

—Esto, —Cuatro billones, este hombre si estaba loco, alargo su mano y quito el listón que Chaewon tiene en el brazo— Si piensas quitarte la vida, ¿Por qué no intentas este robo antes de hacerlo?

Sus ojos comenzaban a cerrarse de a poco, se desmayaría en cualquier momento.

—Acepto, pero ¿Quién eres entonces? —Le volvió a preguntar con su voz trabada.

—Soy el profesor.

Ni siquiera tuvo tiempo para seguir diciendo algo más, su cuerpo tomo vida propia y la obligo a cerrar sus ojos, su cabeza callo para adelante y si no fuera por el profesor se hubiera llevado un buen golpe.

El hombre miró hacia el carro donde se había bajado, le hizo una seña a la chica para que bajara, lo ayudo con la mochila de Chaewon y se la llevaron junto con ellos a la casa del profesor. Era una casa promedio con dos habitaciones.

Ahí dormía la chica de cabello corto en lo que el hombre buscaba a los demás miembros de su atraco, el profesor deja el cuerpo de Jang sobre la cama y le da una mirada a la otra chica.

—¿Puedes encargarte de ella cuando despierte? —Le pregunta el hombre—. Seguramente le dolerá la cabeza en cuanto abra los ojos, de igual manera traeré ropa limpia y alguna aspirina.

Los ojos de la joven van a Chaewon, se miraba menor que ella, pero no lo suficiente para ser una estudiante, su cuerpo ensangrentado era algo delgado y se preguntó por cuanto había pasado, se sentó a un lado de ella y la arropo.

Quito unos mechones rubios que se habían quedado pegados a su rostro por el agua y se aseguró que estuviera respirando.

—Me pregunto cuántos años tendrá, se ve algo joven. —Dice ella.

—Conoces las reglas, podrás preguntar de donde vino, pero sin entrar a detalles, nada de nombre ni edades, —Le recuerda—. ¿Entendido?

—Si, profesor. —Responde con pesades la chica.

Que futuramente será, Tokio.

NOTA: Estoy contenta con el resultado, nos vemos el otro viernes para otro capítulo, si tiene sugerencias háganmelo saber

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NOTA: Estoy contenta con el resultado, nos vemos el otro viernes para otro capítulo, si tiene sugerencias háganmelo saber.

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𝘈𝘛𝘙𝘈𝘊𝘖; 𝘙𝘪𝘰Where stories live. Discover now