—En eso somos iguales, papi —sigo sin mirarlo a la cara, mantengo mi misma posición—, tú a mí nunca me has dado orgullo, al contrario, me das asco y vergüenza.

—Mírate, te ves asquerosa y ni un así dejas de ser una perra contestona.

—Mírate, te ves bien y ni aun así dejas de ser un asesino de quinta y un perro de primera. —Lo arremedo.

Me toma de la muñeca rompiendo el ovillo que formaba y dejándome sentada, se acuclilla viendo mi cara.

—Amarías ver como luce tu querido Theo, está desesperado, no duerme, no ríe, no descansa, no come... hasta parece el secuestrado —ríe y yo siento como si me arranca un pedazo del alma, no soporto imaginarlo así—. Deberíamos enviarle una foto de cómo estás, apuesto que le encantaría.

—No... —sé que eso lo mataría por dentro.

—Tranquila, no lo haré —se levanta cerrando la celda y mirándome a través de la reja—. Es astuto, rastrearía el lugar donde se tomó la foto. Hay algo raro, tal vez esté muriendo... ayer empezó a sentir dolor en un lado de su cara, es igual de raro que tú. —Tras eso se marcha.

Si de algo estoy segura es que no aguanto un día más aquí, me niego a tomar lo que trajo Ethan. La comida está podrida justo donde la dejo y el agua se mantiene sellada.

Prefiero comer mi propia piel a comer algo que venga de él.

La angustia no sale de mi pecho, tal vez Theo esté enfermo. ¿Por qué dolería su rostro? Cuando lo vi la última vez tenía rastros de su última pelea, pero nada exagerado.

No me gusta que no duerma, descanse o coma. No deberíamos estar pasando todo esto por culpa de dos imbéciles cerrados de la mente.

«Noventa y seis horas de secuestro»

Los dolores de estómago son insoportables, muero de hambre.

Es increíble cómo me han humillado a un nivel tan grande que debo hacer mis necesidades en la misma habitación vacía donde duermo. El hedor a orina y heces es terrible y me asquea.

Ethan abre la reja, el desagrado presente en su cara.

—Abre las piernas. —Dice sin más.

—Abre las tuyas, te cortas el pene y te lo metes tú mismo. —Digo levantándome para mirarlo.

—Ábrelas o te las abro.

—Jodet... —no termino la frase. El gran estruendo y el sonido de las armas afuera me priva de cualquier movimiento.

Ethan se asusta y yo rio.

—Te vas a joder, prepárate porque apenas Theo te tenga frente a él... desearas morir.

—Cállate puta asquerosa. —Sale de la celda a ver qué pasó.

Salgo detrás de él corriendo al lado contrario.

—¡Theo! ¡Aquí estoy! ¡Theo! —Grito corriendo al balcón que vi la otra vez.

Ethan saca un arma y me toma por el cuello poniéndola en mi sien. Me pone delante de él como escudo y empieza caminar a la salida.

—¡Te ordene callar, perra insolente!

Abre la puerta dejándome ver a Theo, está delante de dos hombres, todos vestidos de negro y tienen pinta de ser matones.

Un hombre pocos centímetros más alto que él, muy fornido y con un arma en la mano se posa a su lado.

—¡Mi amor! —Grito viéndolo, el dolor en mi rostro aumenta. Ethan me arrastra a su carro.

Nuestro.Where stories live. Discover now