3. The Night We Met

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— No estamos en la calle, esto es un parque.

— Da lo mismo, pueden secuestrarte.

— ¿Secuestrarme? — ladeo la cabeza — ¿Y a ti no?

— No — respondió con seguridad —, yo sé defenderme.

El rubio lo miró de arriba a abajo antes de hablar — Eres tonto — sentenció.

— ¡¿Qué?!

— No podrías defenderte de un adulto, eres muy pequeño.

— ¡Somos de la misma altura! — replicó ofendido.

Cuando el niño saltó de su columpio y la iluminación dio mejor a su rostro pudo comprobar que sus ojos eran verdes.

— Cierto — confirmó tallando con su mano ambas cabezas cuando estuvo frente suyo —. Entonces ya no me secuestraran, tampoco a ti, porque ya no estamos solos.

Koko parpadeó incrédulo ante la simpleza del niño.

— ¡Ese no es el punto! yo solo decía que no debes andar solo por la noche.

— Ya no estoy solo, ahora estoy contigo — lo miraba como si fuera un gato que acababa de recoger de la calle.

— Ni siquiera te conozco. No somos nada.

— Bueno — colocó ambos brazos tras de su cuello —, seamos amigos.

— Estás loco.

— ¿Quieres más? Entonces, seamos mejores amigos. Soy Inui Seishu ¿tú?

Koko no podía creer su suerte, acababa de llegar y ya tiene un autoproclamado mejor amigo.

— Kokonoi Hajime — respondió aceptando su destino.

— Bien, Koko, mejor amigo ¿me ayudas a encontrar mi casa? me perdí.

— Acabo de mudarme, Inupi — su lengua se trabo —, perdón, Inui.

— Déjalo en Inupi, me gusta. Si acabas de mudarte estamos en problemas, tendremos que caminar hasta que encuentre mi casa — concluyó encogiéndose de hombros.

— ¿No sería mejor esperar en un punto fijo?

Seishu tomó su mano entre la suya con total confianza y comenzó a caminar antes de responder.

— En las películas de zombies dicen que es mejor mantenerse en movimiento.

— Inupi — objetó pero no se detuvo — los zombies no existen.

— ¿Ah no? — Seishu parecía genuinamente descolocado — ¿Igual que Santa Claus?

— No, él sí existe, deja regalos que fabrica él mismo, es un empresario inmortal, Santa sí existe.

Seishu lo miró con pena.

— Santa no existe, Koko, son tus padres quienes dejan los regalos.

— ¡No es cierto! ¿Y a dónde vamos? — intentó mostrarse valiente pero su mirada saltaba de un edificio a otro sin reconocer su entorno — Estamos más perdidos que al principio.

— No te asustes, Koko, estamos juntos ¿recuerdas? Nada malo pasará mientras no sueltes mi mano.

Durante la otra media hora que tardaron en encontrar su casa (para darse cuenta que vivían a tres casas de distancia), no soltó su mano ni por un segundo.

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Para el tercer viernes en la biblioteca, Koko ya no tiene excusas.

Somewhere only we know | KokonuiWhere stories live. Discover now