Episodio 37: Inesperado.

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Las semanas fueron avanzando a la par de que los constructores y el arquitecto lo hacían con las modificaciones del restaurante y el diseño del estudio.

Nathan y Jackson se habían vuelto a reunir, conversaban sobre la nueva carrera del muchacho y de las conquistas de su padre.

Jackson había quedado varias veces con Clarissa, pero las citas fueron mermando a medida que sus horarios se volvieron más complicados y al final se dejaron de ver. Entre ellos había amor y fue una separación dolorosa, pero madura, ambos esperaban que más adelante el destino los volviera a reunir.

Carlota fue superando la muerte de Tobías, lo que ella no le había dicho a nadie y que ahora le parecía irrelevante, era que ellos estando por el Caribe se habían casado; de hecho, eso era lo que le quería contar en ese desayuno que nunca se llevó a cabo. En el poco tiempo que estuvo con Tobías había comprendido el verdadero significado de la felicidad. Ahora solo se dedicaba a trabajar.

Ella se dio cuenta de que era muy buena diseñando atuendos y decidió realizar varios cursos de costura para poner en práctica eso que dibujaba en servilletas.

Alana y Derek aprovecharon todo ese tiempo libre para salir y conocerse mejor, aunque realmente se la pasaban haciendo el amor en todos lados. Ellos eran felices y por fin Alana entendía que era lo único que debía importarle.

La mujer se vio al espejo, le parecía increíble que habían pasado 4 meses desde que se comenzó la planificación del estudio y las restauraciones del restaurante.

Derek entró a la habitación y observó a la mujer más hermosa del mundo. Ella se giró y le sonrió.

—¿Nos vamos? —preguntó el muchacho.

—Sí.

La pareja salió del departamento, tomados de la mano.

Al llegar al restaurante, se encontraron con muchas personas fuera del lugar.

Descendieron del vehículo y caminaron a la entrada.

—Esto debe ser obra de Xavi —murmuró Alana.

—Este hombre me cae bien —afirmó Derek.

Carlota, Xavier, Jackson y Nathan estaban cerca de la entrada, donde uno de ellos había colocado una cinta roja y otro sostenía una tijera.

—Gracias por todo —comentó Derek saludando a Xavier.

—Solo di unas palabras y corta la cinta —manifestó el hombre sonriendo.

El chico asintió y se colocó de frente a los presentes.

—Desde siempre había soñado con este lugar, mientras los demás niños jugaban con autos, yo estaba imaginando cómo sería mi cocina. Muchos me etiquetaron de raro, pero yo tenía una meta clara, sabía lo que deseaba hacer con mi vida y trabajé duro para ello. Hoy puedo ver ese sueño concretado y para mí es un placer poderlo compartir con ustedes y con esta fantástica mujer, mi mujer.

Las personas aplaudieron y él cortó la cinta; todos los presentes entrando al local donde ya el olor a comida llenaba el ambiente.

Derek entró a la cocina, se colocó su delantal y envió a los camareros afuera.

Fue una velada encantadora, las personas sonreían encantadas con la comida y salían con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

Alana observaba a los presentes y de vez en cuando dibujaba algo que le llamaba la atención.

—Yo debo volver, mañana tengo un parcial y debo descansar —comentó Jackson poniéndose de pie.

—Descansa, hijo —se despidió Alana.

—Nos vemos mañana —manifestó Nathan.

El joven sonrió y asintió, se sentía tan bien poder compartir con sus padres sin que estuvieran discutiendo, Jackson agradecía la madurez de sus padres y entendió que más allá de la relación de pareja fallida que tuvieron, a ellos los unía el amor por él.

—Ve con cuidado y nos avisas cuando llegues a tu piso —pidió Carlota.

—Seguro, me cuentan como terminó todo. —Jackson les regaló una última sonrisa y se marchó.

Nathan de vez en cuando miraba a Alana, él podía ver lo feliz que estaba ella y se sintió mal por no valorar su cariño, por mucho tiempo, le costó superarse de su divorcio, pero una vez entendió que la responsabilidad de sanar era de él, fue más fácil sobreponerse de todo.

—Yo también debo irme —anunció Carlota.

—Yo te llevo, tu casa queda de camino a la mía —declaró Nathan poniéndose de pie con ella.

—Gracias, pero lo cierto es, que no me caes bien, has cambiado y sigues sin caerme bien —expresó la dama con honestidad.

Nathan sonrió y dijo:

—Tú tampoco me caes bien, pero igual te llevaré hasta tu casa.

—Me sentiré más tranquila si él te lleva —intervino Alana.

—De acuerdo —cedió Carlota de mala gana.

—Nos vemos luego —se despidió Nathan.

Alana asintió y los observó salir del local.

Nathan condujo a Carlota hasta su auto y hasta le abrió la puerta del vehículo.

—No vengas con tus trucos de galán, que sé bien la clase de hombre que eres —comentó ella entrado al auto.

—Nadie te quiere impresionar, solo trataba de ser cortés —indicó Nathan poniendo el vehículo en marcha.

Carlota no dijo nada más, solo se cruzó de brazos y miró por la ventana. Nathan tampoco comentó nada, pero de tanto en tanto observaba a la mujer, no había sido fácil para ella superar la muerte de Tobías, hasta él que no se la pasaba con ella, podía notar su nostalgia.

Varios minutos después se detuvo frente a la casa de la dama.

—¿Cómo sigues? —indagó Nathan apagando el motor del auto.

Carlota se sorprendió un poco por la pregunta, le parecía absurdo conversar con Nathan de un asunto tan personal, pero quizás, por ser el hombre que era, entendería como se sentía.

—Me duele haberlo perdido, no tuve la posibilidad de despedirme de él, me siento culpable por haber insistido en cambiar de habitación y no me perdono no haberme llevado el teléfono, pues me dijeron que antes de morir él hizo una última llamada.

—A ti —dedujo Nathan.

—Sí, lo extraño cada segundo, pero se me hace más difícil por la noche —confesó ella.

Nathan pasó su mano por el rostro de Carlota limpiando una lágrima escurridiza que se escapaba de sus ojos, él no sabía de dónde exactamente, le había salido ese gesto, pero le agradó. El hombre sujetó la parte de atrás de la cabeza de la dama y la atrajo a su boca.

Carlota abrió los ojos, sorprendida, pero cerró los ojos y se entregó a ese efímero momento. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Ninguno de los dos le agradaba el otro, ninguno deseaba una relación estable y seguramente ninguno querría repetir.

*

*

Alana despidió al último trabajador y entró a la cocina.

—Fue un día bueno —comentó el chico.

—Lo fue, pero se pondrá mejor —insinuó Alana pasando su lengua por los labios.

—¿Qué tienes en mente?

—Te encerraré en el refrigerador y exploraré cada parte de tu frío cuerpo, para luego calentarte con el mío —narró ella acercándose a él con una mirada felina.

—Te amo —susurró Derek abrazando a su mujer.

—Te deseo —respondió Alana.

—Te follaré y te sacaré mi puto, te amo —determinó el muchacho tomando a la mujer en brazos.

Amarte; es mi PecadoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt