La era del Khaos I
La felicidad no es algo que todos podamos permitirnos llegar a obtener. Es más valorada la riqueza, el sustento que un hombre pueda llegar a ofrecerle a una mujer de carácter bello y puro.
Sin embargo una vez seas capad de reconoc...
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Capítulo 1 Infierno
Verena
"No llores, no llores, haz como las otras veces, tan solo hazlo, no dejes que él te gane de nuevo"
Bebo con rapidez el vaso de agua junto con la pastilla y me apresuro a llegar a la ventana del dormitorio, abro el cerrojo y me agacho para poder salir por ella como casi todas las noches.
Una vez que me encuentro fuera la vuelvo a cerrar, intentando no hacer demasiado ruido y camino despacio hasta el final del tejado, uno en el cual suelo dormir muchas veces, envuelta en mi pequeña mantita. Tiritando y a pesar del frío consigo llegar al final sin caerme, a diferencia de otras veces en las que el tejado estaba mojado por la lluvia y mis piernas habían fallado.
Intento conciliar el sueño una vez estoy acurrucada, pero sigo sin acostumbrarme a la dureza del techo para lograr que mi cuerpo descanse. Los ruidos del exterior tampoco ayudan, los perros del vecino son demasiado ruidosos y la incertidumbre de que él me encuentre no me deja dormir.
Seguramente es una de las noches más frías que he pasado aquí, fuera de la casa. No tengo nada con que cubrirme a excepción de la pequeña mantita que lleva conmigo desde los diez. Puede que estar aquí sea inhumano, pero es la única forma que se me ha ocurrido por ahora para estar a salvo de él.
Él, también conocido como mi marido, Adriano. Mis padres me obligaron a casarme con él tan solo con dieciséis años, sé que ellos me odian y por ello me juntaron con Adriano, un hombre machista que en cuanto no haces lo que él quiere te da una paliza digna de ir a un hospital, aunque nunca he hablado sobre ello con nadie realmente le temo. Son tantas las veces que he mentido sobre mis moratones y cortes que ni siquiera soy capaz de contarlas ya.
Después de pasar casi toda la noche intentando dormir me doy por vencida y simplemente abro los ojos para poder incorporarme y ver el amanecer.
—¡Eh! ¿Qué haces ahí? ¡Te vas a caer, baja!—grita alguien de la nada, me asusto y rápidamente me levanto, miro hacía todos lados para ver si es Adriano pero no veo nada.
En un intento de escape de esa voz, corro hacia la ventana por la cual salgo siempre, pero antes de llegar resbalo y caigo del tejado golpeándome con fuerza en la espalda obligándome a emitir un grito que atrae a la voz de antes.
—¿Dios mío, estás bien?
—No, no te acerques...—cierro los ojos horrorizada a la vez que asustada.
—No voy a hacerte daño, jamás haría daño a una mujer.—intenta acercarse pero retrocedo.—Voy a ayudarte para que puedas levantarte ¿Esta bien?
Asiento despacio y el hombre como bien a dicho me ayuda con cuidado a ponerme en pie para mantenerme por mi propio peso; en cuanto lo logro parece estar contento ya que puedo ver una sonrisa en su rostro.
