Exhala el aire que contenía rozando sus labios en los míos.

—Te quiero. —Susurra antes de besarme.

Un beso nada parecido a los demás. Este es tierno, paciente y cálido. Deja de lado toda la lujuria y abre paso al romance.

Pega su frente a la mía.

—Yo también te quiero. —Susurro descansado mi cabeza en su pecho, puedo sentir los latidos acelerados de su corazón.

Me abraza dando besos en mi cabeza. Así vamos todo el tour, con él esparciendo besos en todo mi cuerpo y yo más enamorada que no sé qué.

El tour termina y volvemos a la Range Rover donde tampoco nos apartamos, tanto que me burle de mi mejor amiga y ahora estoy igual que ella, como una enamorada empedernida.

—¿A dónde vamos? —Pregunto.

—Iremos a un lugar donde ambos nos sentiremos felices —dice, con una sonrisa entre divertida y burlesca—. ¿Trajiste lo que te pedí? —Le pregunta al hombre que conduce.

—Sí, señor, está en el baúl.

¿De qué hablan?

Al menos una hora después nos detenemos frente a El Grand Palais des Glaces. El hombre le pasa una pequeña maleta de mano y se va.

—¿Qué hacemos aquí?

—Haremos lo que mejor sabemos hacer, tu patinar y yo tocar.

Entramos encaminándonos a la gran pista de hielo, es un paraíso para cualquier patinador artístico. Es amplia, hermosa y tiene una iluminación magnífica.

Theo abre la maleta dejándome anonadada

—No te creo. —Digo tomando el traje en mis manos.

—Créelo. —Es que lo adoro, ¿cómo se puede ser tan perfecto?

Es un hermoso traje negro con piedras plateadas, perfecto para patinar. Y unos patines en conjunto.

—Anda a cambiarte, voy a tocar para ti —dice con una sonrisa.

Me quito el vestido colocándome el traje y los patines que quedan perfectos en mí, él empieza a tocar «The story of my life» en el piano del palacio y esa es mi señal para salir.

La melodía empieza rápida y yo entro a la pista deslizándome por el hielo dejando que me guíe como siempre lo hago, lo mejor es dejar que tu cuerpo conecte con el patinaje. Que sea libre y deje salir tu aura.

Mi novio es perfecto tocando la melodía que guía mis giros, saltos y deslices en el hielo.

Esto somos, este es nuestro sueño.

El hielo y yo somos uno, y lo dejo que me lleve con saltos bruscos y con una pasión que siempre llevo dentro de mí.

Él cierra sus ojos disfrutando de la música que toca mientras yo hago lo mismo haciendo un paso que es complicado y me atrevería a decir que el más complicado para muchos patinadores; es el salto Axel.

Lo logro ganándome el aplauso de mi novio que para de tocar para aplaudirme, me saca una sonrisa.

Me deslizo para salir de la pista, donde debe darme la mano para caminar hasta el vestíbulo. Espera afuera mientras me vuelvo a poner el vestido.

—Valió la pena cada centavo por este vestido, te ves como una deidad tentadora. —Me eleva el ego y la autoestima.

—¿Si? Pues tú te ves como un perfecto afrodisiaco —una risa ronca sale de él.

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