Dulce muchacha, de mirada límpida y profunda,
ahondas inquieta en el agitado mar,
buscando un frío sueño ante el cual no despertar;
Perladas gotas rompen el anhelo, casi moribundas.
Sé, que te preguntas iracunda...
¿Cuándo las olas romperán tempestuosas?
y así... dejar ante ellas tus males y amarguras más dolorosas.
Desconozco triste la razón de aquel corazón magro,
quebrantante pena que azora a tu alma barro.
Irrumpe en ti el frío triste del olvido,
buscando esa caricia sin causa y sin destino;
Adolorida alma, que ante el suspiro perdido
de tu frágil figura, tu última mirada has escrito.
Sencaelum... D. A. A.