—Sabes... —Me aparta un mechón del cabello de la cara y muevo un poco mi rostro, tanto sorprendida como por seguir actuando tímida—. Sabes que eres el tipo de mujer que cualquier hombre soñaria, tienes una personalidad sumisa y a mí... —Un teléfono suena.

Es su teléfono. Él se aparta y camina hasta el mesón de la cocina, y ahí es cuando respiro. Tenía ganas de darle un manotazo pero me aguanté las ganas.

—Estoy en mitad de algo —dice mirándome de reojo.

Yo tomo otro sorbo de jugo y miro para otro lado, necesito que se vaya porque si vuelve a tocarme otra vez, le apartaré su mano y no seré amable. Pensar que él puedo hacerle algo así a otra mujer, me enferma.

—Los muertos no resucitan, no seas ridícula. —Hace una pausa—. Está bien, ya voy para tu casa.

La única persona que se me puede ocurrir que puede haberlo llamado es Margareth, parece que después de todo sí sirvió para algo, para hacerme el favor de quitarmelo de encima. Él se voltea y me mira como si me estuviera evaluando.

—Necesito ir a un lugar pero no voy a tardar mucho, así que mantente aquí para mí.

—Sí, señor. —digo.

No me gusta nada esto, siento que algo malo va a pasar.

Sin más, él coge sus llaves y sale del apartamento. Así que a la mierda todo, no voy a fingir más y no me importa que las cámaras registren todo, igual hoy será la última vez que me veré con él.

Me tomo todo el jugo y me levanto del sofá yendo directamente a la oficina. Tiene carpetas, hojas y el computador sobre el escritorio, mostrando que ha estado trabajando.

Camino hasta el cuadro y lo quito, pero me doy cuenta que mis manos están temblando y mi respiración está algo superficial. La adrenalina que me recorre hace que marque mal la contraseña, pero la segunda vez la caja fuerte emite una pitido y la puerta se impulsa abriéndose. Todo sigue igual a como lo vi la primera vez, alargo la mano temblorosa pero paro antes. Dudo al saber que mi mundo se puede poner aún más de cabeza si saco la información de aquí y la expongo.

—Ya casi todo esto termina, solo tienes que ser valiente, Ángela. —Me digo.

Mi teléfono suena asustandome aún más. Llevo mi mano a mi frente y seco el sudor mientras miro la pantalla del celular, el nombre de Daphne, junto con su foto, aparece.

—Daphne, necesito tu ayuda otra vez. —Saco todos los papeles, los pongo en el suelo y la memoria—. Ven rápido al apartamento de Marco, creo que ya encontré todo y va a volver. Necesito estar lejos cuando se de cuenta que cogí las pruebas.

—Ángela...

—Te espero lo más pronto. —Cuelgo.

Mi vision se empieza a colocar un poco nublada. Trato de leer los papeles lo más rápido posible, con los documentos adecuados ya podría empezar la batalla legal. Hay varios papeles de doble contabilidad y de cuentas bancarias dónde desvían dinero pero no encuentro lo que necesito, mi desesperación está creciendo cada vez más. Recuerdo que ese día Margareth le hizo firmar un documento a mi abuelo, diciendo que le pasaba todo los bienes a su nombre.

Me llevo mis manos a la cabeza, trato de calmar mi respiración y vuelvo a limpiar mi sudor de la frente. Tengo un presentimiento que las cosas se van a poner feas, simplemente necesito encontrar los documentos y salir de aquí, para no volver a ver ese horrible hombre.

Decido dejar de buscar entre todos los documentos y solo guardarlos, para cuando ya esté lejos de aquí, revisarlos con más cuidado. Cojo la memoria pero antes de guardarla, miro el computador de Marco. Me levanto del piso y me tambaleo casi cayendo sobre el piso nuevamente, ya no creo que sea la adrenalina la que me tiene así. Camino tambaleándome hasta el escritorio y me dejó caer en el asiento, respiro pesadamente y pongo la memoria en el computador, veo que solo contiene dos videos y no dudó en reproducirlos.

Destinos CruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora