Sintió una poderosa ráfaga de viento caliente sobre sus mejillas, sus cabellos comenzaron a ondear de modo vaporoso hacia atrás. Reishack elevó sus oscuras alas, cubriendo con ellas el cuerpo de Goliat. Él mismo podía sentir la herida de la lechuza en su propia ala izquierda tal y como si él hubiese sido quien recibiera semejante golpe.

De pronto, Reishack sintió un golpazo en el costado que lo lanzó por los aires, estrellándolo contra una pared de yeso que se cuarteó con el impacto, y cayó al suelo, acompañado por las piedras que se destrozaron en su espalda. El ángel aguzó la vista, elevando la mirada de modo eufórico en busca de aquel que se había atrevido a levantar su mano contra él. Para ver algo que se le estaba escapando, algo que no se encontraba en ese mundo. No había nada.

Sin duda, lo que lo atacaba no residía en la misma dimensión. De tal manera que, aguzando la vista, se concentró en desenmarañar los tejidos de las distintas dimensiones, escudriñando en cada una con la finalidad de dar con el objetivo.

En cuanto lo descubrió, el ángel reprimió un gemido de sorpresa al encontrarse con un fiero y colosal dragón plantado frente a él. La bestia, de escamas negras y ojos inyectados de un atroz color rojo, no desperdició un segundo más y comenzó a succionar todo lo que acababa de destrozar; su intención, desde luego, era devorar al ángel.

Reishack se hizo un ovillo en el resquicio de la pared. Sentía en su cuerpo la fuerza de la succión que intentaba arrastrarlo a una muerte segura y resistía con entereza, aún con la lechuza entre sus brazos.

Apretó con suavidad a Goliat, cuidando de no hacerle daño, y miró una vez más al agreste dragón, cuyas escamas parecían brillar ante la luz de la luna. Lo pensó solo un instante y, en cuanto lo vio oportuno, corrió sigilosamente entre los tejados, ocultado a Goliat dentro de un campo de protección, que además lo hacía invisible a los humanos u otros depredadores como aquel. En cuanto se aseguró de que la lechuza no correría peligro alguno, se volvió con un gesto brusco, colocándose en guardia y dispuesto a pelear.

Absorbió una fuerte bocanada de aire. En su rostro sentía el aliento ardiente del reptil. Dio un paso, pero el dragón lo esperaba con una ráfaga de fuego proveniente de sus fauces oscuras. Reishack apenas pudo desviar su ataque; la poderosa bola de fuego fue a parar en unos contenedores de agua, la cual hirvió al instante y se desperdigó en el suelo.

El ángel observaba todo con meticuloso cuidado. No tenía ni la menor idea de cómo vencer a ese animal, porque hasta esos momentos nunca se había topado con nada semejante. Si bien, conocía a las criaturas que residían en las distintas dimensiones del planeta, sabía de sobra que no existía algo similar a la criatura que en esos momentos lo observaba con determinación.

Entornó los ojos, pensando en una forma para hacerlo retroceder, pero sería inútil. En realidad, no existía un método conocido para acabar con un dragón porque, claro está, no existían en el mundo físico.

Sin duda alguna, aquello tenía que ser obra de un desertor, uno muy poderoso si es que era capaz de invocar a tan horripilante bestia.

Sacudió la cabeza; no era momento para pensar en eso, no podía quedarse ahí mirando por mucho más tiempo, tenía que hacer algo y pronto. ¡Huir!, le exclamó una voz en su interior. Pero no, no podía huir, estaba en juego su propia reputación, su dignidad. ¡No podía escapar, no podía!

El dragón le arrojó las piedras que había succionado a modo de proyectiles ardientes, tal y como si fueran piedras volcánicas. Reishack se hizo a un lado con un movimiento ágil y elegante, pero los perdigones lograron asestarle esta vez. Se cubrió con sus alas, como una forma desesperada de escudo, y exclamó un pequeño alarido de dolor al sentir las potentes piedras encendidas sobre su plumaje. Cerró los ojos y concentró toda su energía en mantenerse a salvo.

Reishack - El último ángel de la muerte prematura [Serie Reishack 1]Место, где живут истории. Откройте их для себя