Arregla la mesa mientras yo sirvo.

—¿Puedo poner música? —Pregunto reparando el estéreo.

—Adelante, señora Maxwell —se burla y pongo los ojos en blanco.

Voy al estéreo y lo enciendo, está sonando «Ho Hey de The Lumineers»

I belong with you, you belong with me
You're my sweetheart
I belong with you, you belong with me
You're my sweetheart
Love, we need it now
Let's hope for some
'Cause, oh, we're bleedin' out...

Me siento en la mesa, estamos frente a frente.

—¿Qué te gusta? —pregunta—. Eres mi supuesta prometida y debo saber cosas sobre ti o se verá muy falso.

—¡Eras mi mejor amigo! ¿Cómo es que no sabes que me gusta?

—Teníamos ocho años, uno cambia en tantos años.

—Buen punto. Me gusta el patinaje sobre hielo, mi mayor sueño es ser patinadora —empiezo—. Suelo hablar hasta por los codos, soy muy buena con el baile, en especial bachata, tango y baladas, soy muy buena en la cocina, canto bastante bien y algunos dicen que tengo voz angelical, amo vestir libremente y mi mayor fantasía era ser pelirroja.

Se ríe con lo último.

—¿Y tú?

—Bueno, a mí me gusta la música —empieza—. Toco varios instrumentos como el piano, guitarra, violín y batería. No suelo hablar mucho, soy bueno en el deporte y en el boxeo, la cocina medio se me da y mi mayor sueño era ser pianista.

—¿Por qué era? —pregunto viendo cómo cambia su semblante—. Si no quieres hablar de eso está bien —continuo con mi desayuno.

—Mi papá, dice que es algo para vagos o personas sin un rumbo en la vida —me cuenta—, me tiene rotundamente prohibido tocar en otro lado que no sea mi departamento, pensé que al cumplir los veintiuno me dejaría en paz, pero no. Antes el castigo era no salir de casa y quitarme el dinero, ahora es quitarme las acciones que tengo por herencia de mi abuelo en Maxwell architects y tenía rotundamente prohibido casarme con alguien que no fuera Isabella.

—Pero se mostró muy feliz cuando me conoció.

—No te dejes engañar, estaba feliz porque jodimos a tu papá, no porque te amé como nuera —me aclara y entiendo el por qué acepto lo que le propuse, su padre es igual al mío; controladores y soberbios—. ¿Y tú por qué no retomas el patinaje? Digo, ya saliste de las garras de tu padre.

—No he salido del todo, los papás de Camila me aman, pero no puedo vivir eternamente en su casa. Algún día debo volver a la mía y si mi papá se entera de que estoy patinando, chao libertad y yo no trabajo para poder comprarme un departamento como tú.

—Buen punto.

—Hay un campeonato en tres semanas en Paris —le cuento—, amaría ir, pero está rotundamente prohibido para mí.

Me levanto de la silla y tomo su mano guiándolo al piano, apago el estéreo y lo siento en la silla frente al piano.

—Toca algo para mí —le pido—, anda, aprovecha que por un tiempo tendrás una prometida tan magnífica como yo —le digo dejando salir un poco de egolatría.

Busca unas partituras y empieza a tocar una que tiene como título «Para Elisa» Empieza a tocar y es una sinfonía tan perfecta, toca concentrado en lo que hace y en un momento cierra sus ojos simplemente dejándose guiar por la música.

Esto es amar el arte, su arte es la música. Amar tu arte es al cerrar tus ojos, sentirte libre mientras la haces, dejarte llevar y sentir como conectan volviéndose uno solo.

Nuestro.Where stories live. Discover now