|| CAPÍTULO DIECINUEVE ||

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—Sigues sin saber espiar, abuelo —bromeo y le ayudo a sentarse a mi lado. Él trae dos tazas de chocolate caliente y me da una.

—Es la edad, me delatan estos pasos lentos, y el crujido de mis huesos al moverme.

Eso me hace sonreír. Sus arrugas se acentúan un poco cuando me devuelve la sonrisa.

—Ah, supongo que eres el hijo de tu padre —dice tomando un sorbo de su taza.

Arrugo las cejas.

—¿A qué te refieres?

—Cuando te vi entrar a la cocina, me recordaste a tu padre. Cuando algo salía mal en la empresa, con Sofía, o en su vida. Juan se aparecía en mi puerta, no decía nada, solo me ayudaba a cocinar o a acomodar alguna cosa. —Él sonríe con nostalgia genuina—. Y me llenaba el corazón porque eso significaba que sin importar que pasara, mi hijo sabía que tenía un lugar al que volver cuando el mundo lo lastimara, un lugar seguro.

Mi vista se nubla ante sus palabras, pero respiro profundo controlándome. Él abuelo pone la mano sobre mi hombro y me da un apretón.

—Este siempre será tu lugar seguro, Apolo.

—Lo sé.

—Y no sé que ha pasado, pero si necesitas hablarlo, aquí estoy. También está Claudia y Ares solo está a una llamada de distancia.

—¿Y Artemis? —tonteo un poco y el abuelo suspira.

—Sería mi última opción para hablar de emociones.

Me rio.

—¿Y papá?

—Ni siquiera estaría en mis opciones.

—¡Abuelo! —exclamo, riendo aún más.

—¿Qué? Si algo tenemos los Hidalgo, es honestidad cruel y necesaria.

Mi sonrisa se apaga.

—Honestidad... ah, un poco de eso me habría ahorrado muchas cosas. Me habría evitado... tanto.

—Al parecer, te habría evitado destruirte los nudillos. —El abuelo me toma la mano y los revisa—. Debo decir que jamás esperé ver esto, la violencia–

—Nunca es la respuesta, ya lo sé. —Aparto mi mano de su inspección—. Créeme, nadie está más sorprendido que yo.

—¿Se lo merecía?

—¿Qué?

—Hijo, te vi crecer, te vi llorar dos horas el día que accidentalmente pisaste uno de tus cachorros. Te conozco, algo tuvo que haberte hecho explotar, ¿la persona que golpeaste, se lo merecía?

Me quedo viendo el agua de la piscina, y cada cosa pasa por mi mente: el callejón, Rain, la emoción de conocerla, Nora con aroma a café, Xan y sus mejillas siempre sonrojadas, Vance y sus provocaciones, los morados en los brazos de Xan, la discusión fuera de la fiesta, el festival de otoño y me recuerdo a mí, ahí encima de Vance golpeándolo con toda la furia posible. Y luego, está ella: Rain... contándomelo todo y eso desata otra cadena de emociones: mamá... metiéndose con un hombre casado, Vance queriendo venganza y Rain sabiendo todo este tiempo que fue él. Vance podría estar en la cárcel ahora, Xan estaría a salvo. Rain ha tenido este poder en sus manos todo este tiempo y no ha hecho nada.

Me ha visto a la cara, ha presenciado lo que ha pasado Xan, y no ha hecho... nada.

—¿Apolo? —El abuelo me pone la mano en el hombro de nuevo.

Aprieto mis puños con fuerza, tensando mi mandíbula.

—Yo... —me giro para ver al abuelo—. Tengo... estoy... hay mucha rabia, abuelo, me desborda y me consume... desde la noche del ataque, tengo esta pesadez en el pecho. Y lo odio, porque las emociones malas y negativas no eran parte de mí antes de todo esto. El mundo es una mierda y eso ya lo sabía, pero ahora...

A través de la Lluvia [Hidalgo #3] [En librerías] ✔️Where stories live. Discover now