43. MENTA

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Un par de orbes esmeraldas se abrieron lenta pero seguramente

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Un par de orbes esmeraldas se abrieron lenta pero seguramente. El dueño de estos comenzó a mirar a su alrededor, con los ojos todavía medio cerrados. Su visión todavía estaba borrosa, pero no lo suficiente como para que no se diera cuenta de que estaba acostado en una cama que no era la suya. No había rastro de Louis, ni siquiera su olor. Aquello le hizo fruncir el ceño.

Cuando amplió su campo visual, observó que la cama era de color blanco y sábanas del mismo  color, con un aroma a limón. En el lado izquierdo había una mesita donde estaban colocadas algunas máquinas: un monitor que seguía los latidos de su corazón, un suero conectado a su brazo izquierdo y finalmente un pequeño botón a su lado derecho, pegado a la pared.

Harry, para su gran sorpresa, sentía todo su cuerpo entumecido. Se miró las manos y vio algunas vendas envolviéndolas. Sin embargo, lo mismo podría decirse del resto de su cuerpo;  cuello, pecho, piernas, brazo, barriga e incluso su frente. El de rizos levantó la cabeza para inspeccionar su entorno. Era una habitación pequeña con la cama en el medio, apoyada contra una pared. A la derecha había una silla azul plegable. 

¿Dónde estoy?

El viento comenzó a soplar suavemente desde la ventana de vidrio entreabierta, haciendo que el cabello rizado bailara a su ritmo. Fue solo en ese momento que recogió su cabello ahora largo entre dos de sus dedos. 

¿Mi pelo? ¿Qué le ha pasado a mi pelo?

Ante ese pensamiento, un punzante dolor de cabeza comenzó a sacar al omega de su estado de trance. Puso ambas manos sobre su cabeza cuando casi perdió el equilibrio en la cama. 

¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?

Más preguntas corrían por su cabeza a cada segundo que pasaba.  Trató de recordar su pasado, pero sus recuerdos eran todos espacios en blanco, cortos o borrosos.

—Debemos romper, Tom.

Lloró como un niño pequeño para convencerle de que se quedara, que no podía ser tan egoísta, que iba a decirle su plan de escape a su padre. Dos años de gritos, golpes y promesas de amor y perdón falsas llegarían a su fin aquella noche.

Cuando el omega insistió en que tenían que romper, el alfa tomó un bate de béisbol. Harry pudo correr a la habitación de invitados y cerrar la puerta con llave para mantenerlo afuera el tiempo suficiente para que pudiera saltar por la ventana, afortunadamente era un primer piso. Sin embargo, no estaba muy lejos de él. Tan cerca que de una patada, Tom abrió la puerta de la habitación.

El ojiverde se encogió en la cama cuando los dolorosos recuerdos enviaron un escalofrío en su garganta y cayó de espaldas, con los ojos ligeramente húmedos.

Miró fijamente al techo durante unos segundos antes de que otro recuerdo le pasara por su mente.

Harry solloza cuando siente que los dedos largos y torpes rascan su cuero cabelludo antes de tirar violentamente de éste. Intenta levantar la cara, pero inmediatamente la empuja de nuevo contra la almohada que ha tirado al suelo, nuevas lágrimas empapando el material ya húmedo. Sus ojos arden por el llanto, siente que las manos de Tom se mueven para agarrar con fuerza sus bíceps, manteniendo sus brazos hacia abajo mientras sus rodillas se extienden a horcajadas sobre su débil cuerpo.

Kill My Mind | L.S Where stories live. Discover now