9. CANELA

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El día había comenzando francamente terrible

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El día había comenzando francamente terrible.

Todo había comenzado con su alarma olvidándose de sonar.  Bueno, obviamente no olvidarse, ya que la tecnología tiende a no tener mente propia, por lo que Harry debe haberse olvidado de poner la alarma. 

Como no se sentía tan bien después de aquellos tres días solitarios en casa calmando solo su celo... Bueno, salvo aquella noche. Decidió culpar a los objetos sin vida que obviamente no eran lo suficientemente sensibles como para cometer errores.

Gracias a su reloj biológico denominado cerebro se despertó a una hora decente, aunque todavía le faltaba media hora.  El omega maldijo en voz baja, saliendo del calor de su cama y metiéndose en su bañera. 

Dedos temblorosos giraron el agua caliente y  gimió cuando fue golpeado con el líquido humeante y calmante, filtrándose en su piel sudada por los últimos orgasmos de su celo, aliviando el aturdimiento de los ojos esmeralda.

Se frotó con un gel de ducha con olor a fresa y luchó contra caer dormido, después de lo que pareció una eternidad, envolviendo su cuerpo humeante en una toalla blanca. 

No tuvo tiempo para planear cuidadosamente su atuendo, así que se conformó con su atuendo característico que su jefe le recomendó: traje negro combinado con una camisa de vestir blanca, corbata roja y el primer par de pantalones en condiciones que pudo encontrar.

Su cocina estaba vacía, salvo por una caja de cereales que atacó la noche anterior.  Harry había echado un vistazo a la hora con un jadeo con los ojos muy abiertos y casi se cabreó.  Le quedaban cinco minutos para ponerse al día con su agenda en la empresa.

El omega consideró seriamente llevar un termo de café al metro con él… Pero toda la leche en el frigorífico se había caducado.

Ni siquiera una taza de café alimentaba su día.

Gruñó y tiró un puñado de cereales a su boca, arrojando su bolsa de trabajo sobre sus hombros y corriendo por las escaleras abajo, luego chocando con algún vecino.

El viaje en metro tampoco fue muy agradable.  La mitad de los pasajeros le habían mirado mal, y el alfa detrás de él prácticamente había estado acercándose a él todo el tiempo.

Las mejillas se sonrojaron por la vergüenza y la ira, el omega fue dejado en la parada equivocada y tuvo que correr hasta el trabajo, el sol estaba demasiado brillante en el cielo.  Se estaba haciendo tarde.

El guardia de la puerta había enarcado una ceja ante la triste historia de Harry y su mañana catastrófica.  Obviamente, no creyó al británico.  Cualquier criminal podría inventar una historia más convincente que la suya.

—¿Es usted omega? En este edificio no hay omegas. —Dijo el alfa con su voz profunda.  Harry se detuvo a mitad de su discurso y asintió erráticamente.

Kill My Mind | L.S Donde viven las historias. Descúbrelo ahora