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CAPITULO TRES: BAJO OCHO LLAVES
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Después de que revisaran a Lía, Rama, Nacho y a Jerónimo los chicos se tuvieron que ir. Cómo se habían tomado el colectivo mal, habían terminado en una casa abandonada, si, abandonada. Todos por lógica decidieron pasar la noche ahí y a los Teen Angels, se les había ocurrido la maravillosa idea de devolverles a los chetos la norma que ellos les habían hecho en el campamento.
Al día siguiente los chicos tenían que ir a la parada de autobuses más cercana, pero había un problema y era que tenían que ir en un auto robado, bah, en realidad estaba en la casa abandonada, por lo que los chicos suponían que estaba abandonado.
En ese mismo auto, los chicos encontraron un libro de ocho candados, dorado y con letras raras. Realmente el libro brillaba por sí solo y desprendía un aire tentador a abrirlo, al intentar hacerlo los chicos se dieron cuenta de que los candados estaban sellados, en serio, y que se necesitaban las ocho llaves, revisaron cada candado y había siete normales y uno que tenía un dígito diferente.
Lo guardaron, ¿la razón? Nadie la tenía, pero sentían, principalmente Jazmin y Amelia, que tenían que llevárselo.
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–¡Acá estamos! –grito Mar una vez ya habían llegado a la mansión. Se habían bajado del colectivo hace menos de media hora, todos estaban ansiosos por volver a casa y por volver a ver a las personas que tanto querían.
