No recuerdo haber tenido uno. Obviamente yo no era un niño normal.

—No, no lo entiendes. Ella hablaba cosas raras con su amigo y hacía cosas que antes no hacía..

La expresión de todos era de sorpresa. La mía más aún. Sigue refiriéndose a "cosas raras" sin explicar.

—¿Cómo cuáles? —preguntó Richard esta vez—. Necesito ejemplos

Necesitamos.

—Yo no... No estaba presente en ese momento, pero... —Rick intentaba explicarse. Le costaba mucho trabajo.

Airis rompió en llanto y volvió a bajar la cabeza.

Acto seguido Rick se viró, tenía los ojos rojos repletos en lágrimas que morían por salir. —¡Diles tú Airis! —sugirió alzando la voz—. ¡Tú fuiste quién lo vivió!

La tensión se podía cortar con un cuchillo.

Desde un principio supe que esto no sería buena idea.

La prioridad debería ser buscarla, no hablar de su salud mental.

Ahora mismo, esto no es importante.

Impaciente miro mi teléfono, como he hecho cada dos minutos desde que salieron las gemelas con George y algunos oficiales a buscar la playa, el único lugar que faltaba.

Seguramente yo iría después de ellos, para comprobar por mí mismo que no se hayan saltado ningún detalle. Pero insistieron demasiado en que debía "descansar".

¡Vaya forma de descansar!

Rick volvió a girarse. Parece tener algún complejo con que lo vean llorar.

—Airis... —comenzó la doctora—. Todo tipo de información servirá de mucho. Por más insignificante que parezca. Estarás ayudándola.

Uno de los doctores que casi no hablaba sacó de su bolsillo un pañuelo blanco y se lo pasó a Airis que lloraba sin consuelo. Ella lo recibió y lo llevó directamente a sus ojos, sacando sus lágrimas.

—Laia tenía un hámster de pequeña. Se lo regaló su padre para su cumpleaños número diez —dijo Airis—. Se llamaba Bigotes. Era un roedor muy arisco. Se la pasaba en su pecera y solo ella lo sacaba y lo cargaba en sus manos por horas.

Este ya es el colmo.

Comenzaba a hartarme. Estaba a nada de pararme e irme a buscarla. Pero sospechaba que algo raro pasaba con este cuento de mascotas por cómo le temblaban las manos mientras hacía la historia.

—Un día el hámster desapareció. —dijo.

—¿Cómo que "desapareció"? —pregunté.

Nadie esperaba mi pregunta. Pero me cansaba de escuchar tanta vuelta al asunto.

—No estaba en su jaula y ella estaba gritando como loca porque había perdido su hámster.....

—¡¡MAMÁ!! —la voz de Laia se sentía en toda la casa.

—¿Qué pasa princesa? —le pregunté secando sus lagrimitas.

Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now