Sus ojos no se apartaban de los míos, una oleada de placer me atravesó cuando posiciono sus manos en mi cintura acomodándome bien sobre él. Solté un jadeo.

Sus ojos azules me tenían hipnotizada, me sentí intimidada y aparte la mirada hacia su pecho.

—Mírame—sonó demandante y me prendió. De verdad que lo hizo.

Volvió a presionarme y gemí un poco más alto, de verdad que esto se siente tan malditamente bien.

—Oh.

Me acaricio el culo por sobre mi ropa interior.

—Pégate más, quiero que sientas completamente como me la pones de dura.

¿Por qué esas palabras sucias suenan tan bien saliendo de su boca en este momento?

Acariciaba mi culo lentamente en un vaivén de fricción y tensión. Nuestros labios estaban a centímetros pero no se tocaban, estábamos en algún tipo de competencia a ver quién se rendía primero.

Enserio que intente taparme la boca para no gemir pero él me lo impidió.

—Déjame escucharte, Mura Overman—susurro en mi oreja mordisqueándola.

Él sabe que decir para yo ceder.

La lentitud con la que frotaba mis nalgas sobre su erección me estaba volviendo loca y sacando jadeos consecutivos. No pude contenerme más. Comencé a moverme yo misma un poco más, presionándome más, más rápido.

—Oh Zack.

Podía sentir como mi humedad manchaba por sobre sus pantalones, pero yo aun así quería más. El me ayudaba presionando hacia abajo con sus manos en mi culo, no mierda. Quiero más.

—Quítate el pantalón—hasta yo misma me sorprendí por lo que dije. Yo no solía ser atrevida.

El abrió los ojos pero no se negó, solo me dio un beso en la comisura de la boca para luego decir:

—Levántate un poco.

Obedecí, de verdad lo hice. En cuestión de segundo él estaba solo en boxer y yo, bueno yo estaba perdida, pero con mis bragas aun puestas.

Y cuando lo sentí de nuevo, era justo eso, eso me hizo estremecerme, sentí como su punta rosaba ese punto exacto donde quería más placer que nunca. La desesperación me gano y comencé a moverme, nuestros alientos se mezclaban y el sudor de mi espalada comenzó hacerse presente.

El me detuvo.

—Mura.

El lamio dos de sus dedos y pregunto:

— ¿Puedo?

Claro que puedes, mierda.

—Si.

Mira hacia abajo y corre un poco mis bragas...

—Oh mierda.

El comenzó a frotarme y yo hacía lo mismo estando encima de sus dedos. Lo bese, lo bese con desesperación y suspiros cada segundo posible. Iba a llegar, definitivamente tendría un orgasmo si sus dedos seguían haciendo ese excelente trabajo y...

Me nalgueo.

—Si sigues moviéndote así, no poder ser gentil.

Metió un dedo y se sintió raro, explicarlo sería de locos, pero me gustaba mucho esa sensación de vaivén dentro de mí.

Cuando jadee fuertemente, era porque ya eran sus dos dedos y mi mente solo asimilaba que siguiera moviéndome en frenesí y que obtendría algo maravilloso.

Un par de besos en mi cuello y lamidas suaves por mi clavícula me hacían volverme loca, definitivamente repetiría esto unas mil millones de veces más, quien diría que solo esto me dejaría loca por más.

Dos estocadas más de sus dedos y me perdí. Sentí todas esas sensaciones maravillosas y alcance un grandioso primer orgasmo.

—Joder.

Lo sentí sonreír sobre mis labios e hice lo mismo volviendo a besarlo intensamente. Cuando me separe el bajo la mirada a sus dedos que salían de mis panties y estaban brillosos, húmedos de mi orgasmo. Lo mire a los ojos y sus pupilas estaban dilatadas.

Respire bajito mientras veía como se llevaba los dedos a sus labios para pasar la lengua por ellos lentamente y luego decir:

—Sabes malditamente bien—se acercó a mi oído y abrí los ojos cuando puso sus manos en mis nalgas masajeándome hacia su aun evidente y dura erección—. Ya quiero darte otro orgasmo con mi boca...

Me separe de golpe, jamás había pensado o imaginado que algún chico le pareciera delicioso el sabor de fluidos de una chica, ¿O sí?

Lo vi sonreír de lado y luego hacer una cara de frustración cuando me removí nuevamente sobre el.

—Yo...

—Iré al baño, espérame aquí.

Él sabía que no me atrevía a ayudarlo con eso, no tenía la menor idea, sinceramente no soy experta en nada de esto.

—Zack...—lo llame, no quería que pensara que me había arrepentido de algo pero él se acercó lo suficiente a mi cara para acariciar mi pómulo y sonreírme.

—Ya vuelvo, Mura. No te preocupes, iré al baño unos minutos y lo resolveré.

—Lo siento...

—No pidas disculpas—me beso—. No es como si no me la hubiera jalado ya pensando en ti.

Abrí los ojos de sorpresa y lo escuche soltar una carcajada mientras se dirigía al baño de su habitación.

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