Lora

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No había palabras para expresar lo alterada que me sentía. Era tan poco
propio del Hécate que había llegado a conocer que no podía comprender por qué había hecho algo semejante. Las dudas me asaltaron.
«¿Tendría razón Rayan? ¿Se está cansando Hécate de mí?».
Permanecí inmóvil en la cama mucho tiempo después de que saliera como un vendaval de la habitación. Estaba temblando, sin saber qué significaba lo que acababa de ocurrir. Toda la sensación de seguridad que sentía cuando estaba en ese dormitorio comenzó a desvanecerse y descubrí que estaba aterrorizada.
Sin embargo, después de un ataque de introspección reconocí que, aunque estaba resentida porque me hubiera tratado de ese modo, también estaba preocupada por él. No era propio de Hécate actuar así. Algo iba mal.
«Cree que hay algo entre Zots y yo».
Quería explicarle que no había nada más lejos de la realidad pero, ¿cómo iba a hacerlo?
Salí de la cama y me puse una bata de seda sobre el camisón. Todavía atormentada por pensamientos inquietantes, me refugié en la habitación que guardaba recuerdos de la sonrisa de Hécate , de un baile con música que únicamente sonaba en su cabeza, de un beso que deseaba tanto pero que no podía permitir que ocurriera.
Abrí la puerta de la Sala del Sol y me sorprendí al encontrarme a Rayan allí con una mirada de puro éxtasis en el rostro. Después de que Hécate"adquiriera" a Rayan, habíamos pasado el resto del día juntos, hasta que tuve que irme a la habitación de Hécate para dormir un poco. Rayan me había sugerido que pasara la noche con él pero, para su consternación, decliné su invitación. Si Zots atacaba aquella noche, lo único que conseguiría era ponerlo en peligro si lo encontraba conmigo.
Asgard lo había cambiado de una forma que no era capaz de comprender. No cruzamos muchas palabras. Simplemente nos sentimos satisfechos de estar el uno junto al otro.
Sabía que Rayan tenía preguntas para mí, y yo también tenía las mías para él, pero ambos temíamos oír las respuestas. No sabría qué hacer si empezaba a contarme algo terrible de su experiencia en Asgard . Ni siquiera sabía si podría soportar contarle lo que Zots me había hecho pasar y por qué no se lo podía decir a Hécate .
Por eso, aquella expresión de alegría en su cara mientras admiraba la Sala del Sol era una visión preciosa de contemplar.
—La llamamos la Sala del Sol —dije, sorprendiéndole—. Yo misma la diseñé. ¿Te gusta?
Entré con una sonrisa en mi rostro. No podía negar el orgullo que sentía al ver la cara de Rayan y lo enamorado que parecía de la ilusión del sol bañando la estancia.
Pero me recordaba tanto a la reacción de Hécate cuando lo llevé a la sala por primera vez que casi me parecía estar engañándolo solo con mi presencia allí junto a Rayan .
—¿Tú hiciste esto? —preguntó—. Lora, es increíble. —Al acercarse al mural de la playa que había en la pared, suspiró—. Lo que daría por ver el sol. Este lugar y su oscuridad... —Se estremeció—. Esta habitación es como un refugio. ¿Qué te hizo pensar en ello?
Me mordí el labio mientras le miraba fijamente.
—Hécate me contó que no había visto el sol en ochocientos años. Podría jurar que lo echaba de menos, y de ahí saqué la idea, y...
Rayan retiró la mano del mural como si de repente le quemara.
—¿Lo hiciste para él?
—Bueno, sí —respondí—. Y porque yo también echaba de menos el sol.
—No me gustó el cariz que estaba tomando la conversación.
—¿Cómo pudiste hacer algo por él? ¿Por alguien de su especie? —El tono de Rayan era acusador—. Eres su esclava, Lora. ¿Cómo podrías vivir con eso?
¿Qué podía decirle? ¿Que Hécate era diferente? ¿Que no era como los otros? Todo lo que sabía era que, durante el tiempo que había estado allí, Hécate había empezado a significar mucho para mí. Incluso después de lo que había hecho unos minutos antes, y por muy dolida y confusa que estuviera por ello, todavía me resultaba difícil ver a Hécate de forma negativa. ¿Cómo podía siquiera empezar a explicárselo? Rodeé desde atrás la cintura de Rayan con mis brazos, esperando alejar sus pensamientos de los vampiros.
—¿No podemos olvidarnos de ellos ahora? Te he echado mucho de menos.
—No puedo olvidarlo sin más, Lora—soltó Rayan —. No tienes ni idea de por lo que me ha hecho pasar esa perra.
Había un tono afilado en su voz.. Quebrado. Cínico. No le quedaba pena. Solo odio puro. Completamente diferente al despreocupado Rayan que había conocido. Se volvió para mirarme a la cara con ojos centelleantes.
—Nunca me habría imaginado que tú eras la chica de la que Sabrina hablaba con tanta insistencia, la humana que había robado el corazón del príncipe vampiro. Me duele muchísimo que también te hicieran prisionera, que su especie pueda arruinarte de la forma que les plazca. Y, a pesar de todo esto, casi parece que te hayas enamorado de él.
Tragué saliva.
«¿Enamorarme? ¿De Hécate ?».
No podía mentirme a mí misma. Sabía que corría el peligro de enamorarme de él, pero no estaba segura de que hubiera ocurrido ya, que me hubiera enamorado de verdad de Hécate . No tenía por qué defenderme ante Rayan de lo que pudiera haber entre Hécate y yo ni quería hacerlo, así que me centré en él. Sabía que no había forma de escapar del tema al que se dirigía la conversación. Me preparé para lo peor.
—¿Qué te ocurrió, Rayan? ¿Cómo llegaste aquí? ¿Qué te ha hecho Sabrina?
Se produjo una larga pausa antes de que Rayan dejara escapar un suspiro y comenzara a explicarse.

—No volviste a la villa la noche de tu cumpleaños. Yo estaba enfermo de preocupación. Esperé durante horas, pero no apareciste y empecé a buscarte. Fue entonces cuando ella me encontró. Me llevó a su ático y allí he estado desde entonces. Esta ha sido la primera vez que me ha permitido salir desde que intenté escapar.
—¿Intentaste... intentaste escapar? ¿Qué ocurrió? Rayan sonrió con amargura.
—Míralo por ti misma.
Se quitó la camisa de lana blanca.
Al verlo, se me saltaron las lágrimas y ahogué un grito tapándome la boca con la mano. La parte superior de su pecho estaba cubierta de cicatrices. Habían destrozado su cuerpo corte a corte. Temblé mientras recorría uno de ellos con un dedo.
—¿Cómo pudiste sobrevivir a esto, Rayan?
—Eso que ves es la última ronda de tortura. Sabrina usaba una daga para cortarme con suficiente profundidad para dejar cicatriz. Las primeras dos sesiones me golpeó y me dejó hecho trizas, y después me hizo beber su sangre para que cicatrizara y poder seguir torturándome.
Tuve que reunir toda mi resistencia para no vomitar.
—Estas criaturas son salvajes malvados, Lora . Todos ellos. No tienen conciencia. Es posible que pienses que ese príncipe tuyo tiene un corazón en algún lugar, pero no es verdad, Lora . Da igual lo bien que te haya cuidado, sigue siendo un vampiro. Y cuando posa sus ojos en ti, todo lo que ve es una hermosa jovencita a la que hincarle el diente.

Miré a mi mejor amigo, deseando estar de acuerdo con él pero defender a Hécate a la vez. Me hizo sentir culpable porque, después de todo por lo que había pasado Rayan, se merecía tenerme a su lado. Pero solo podía pensar en la sonrisa del rostro de Hécate y su forma de mirarme cuando se acercó para besarme. Por mucho que intentara recordar el comportamiento negativo de mi secuestrador, descubrí que en mi interior no había motivos para ver a Hécate como un salvaje... sencillamente porque no lo era.

—No puedo culparte por pensar así. Sabrina es realmente malvada —eso fue todo lo que acerté a decir para apaciguar a Rayan.
—Pero, ¿tú crees que tu príncipe no lo es?
—Hécate tiene sus defectos, pero está lejos de ser un salvaje.
Rayan respondió tomándome la cara con sus dos grandes manos y plantándome un beso en la frente.
—Estás muy equivocada, Lora , y por tu propio bien, espero que encontremos una manera de salir de aquí antes de que revele sus verdaderas intenciones.
—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?
Como si la presencia de Rayan no fuera suficiente carga para mí, ahora oía el terrorífico sonido de la voz de Zots.
—Eres una niña traviesa, Lora . Ya odio ver cómo te toca Hécate , pero, ¿ahora esto?
—Vete al puto infierno Zots—grité.
—Querida, tú eres mi infierno y que Dios no me lleve porque me quedaría para siempre—respondió.
Zots nos agarró a Rayan y a mí por la garganta y nos aplastó contra la pared. La mirada feroz de Zots se detuvo en Rayan.
—Pero si es el esclavo de Sabrina ... ¿Sabes?odio que toquen lo que me pertenece y cuando alguien lo hace ¿que crees que
hago?—la sonrisa de Zots era espeluznante, sacaba sus colmillos afilados—. Exacto no hay respuesta porque nadie llegó a contarlo.
Rayan luchó para librarse de la mano de Zots. Pero estaba desarmado y ambos sabíamos que no había mucho que pudiera hacer para herir a Zots.
—Bienvenido, chico —dijo Zots con una sonrisa burlona.
Rayan le escupió en la cara y gruñó:
—¡Lora no es tuya ni de tu hermano! Me pertenece a...
—Cuidado de cómo terminas esa estúpida frase Rayan.
Enfurecido por su insolencia, Zots gruñó y arrojó a Rayan al otro lado de la sala. La cabeza de Rayan golpeó la pared y cayó inconsciente al suelo. Dejé escapar un grito e intenté correr hacia él, pero la fría mano de Zots me retuvo.
—Sabes, soy bastante capaz de matar a gente. Porque yo mataría el mundo por ella, y créeme soy buenísimo en ello. ¿No crees, mi frágil ramita?— me mira.

ATRAPADA EN LAS MANOS DEL DIABLO ( +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora