Su papá y él habían conseguido tres entradas para el evento de aquella semana, era sábado, por lo que no estarían gran parte del día. Su madre se había negado, otra vez, así que regalaron la otra entrada a Max, el castaño de rizos que era el mejor amigo de Edrick, al mayor no le importaba traer a otro niño a su lado, el chiquillo se había ganado su cariño y un puesto más en la familia, en la pequeña familia que algún día pensó que podría ampliarse.

Aquella tarde el equipo por el que iban, logró pasar a la siguiente etapa, por lo que todos los lugares que solían frecuentar luego de la actividad, se encontraban abarrotados de personas, así que Dick optó por llevar a los pequeños a un pequeño valle que se encontraba un poco alejado de la ciudad. A eso de las tres de la tarde, Nadia, la madre de Max llamó para pedirle que llevara al pequeño a casa, pues tendrían que salir de emergencia. El hombre insistió en que se quedara en casa, pero tras explicarle lo sucedido, tomaron rumbo a la casa del chico.

Luego de dejarlo se percató que los ojos verdosos de su hijo, estaban por ser cubiertos por sus párpados, así que le indicó que regresarían a casa. Aunque Edrick había pedido que lo llevara al cine, terminó cediendo y aceptando que lo mejor era ir a casa a descansar, el día se había alargado y en el valle jugó demasiado al lado de su amigo, «El mismo destino quería impedir que nos diéramos cuenta, pero la misma verdad nos llamaba».

Cuando llegaron a casa al menor ya se le había quitado el sueño, tal como si hubiese bebido una jarra de chocolate, así de activo se veía, saltaba y corría alrededor de su padre. Ellos estaban acostumbrados a llegar alrededor de las 6:00pm, así que su madre no estaría allí o estaría dormida, «Qué estúpidos fuimos».


*Nota de la autora: Todo el libro está narrado a través de un narrador omnisciente. Sin embargo, acá se hará una excepción, por primera vez veremos la historia (en un breve instante) desde el punto de vista de Edrick, de manera que lo que él narre, lo encontrarán en negrita, al acabar volveremos al narrador omnisciente.*


No entendía nada de lo que estaba pasando, había ropa en el suelo, pero no era ropa de papá, mía tampoco, era demasiado grande. Mezclada entre ella, la ropa de mamá, voltee a ver a mi papi, él no solía enojarse, pero cuando lo hacía su frente se arrugaba y no porque fuera viejo, sus ojos eran grises, sólo grises a diferencia de los míos, pero cuando estaba molesto se volvían demasiado oscuros, tanto que daban miedo. Conmigo nunca se había enojado.

   —Papi, ¿estás bien?

   —Regresa al auto, Edrick.

   —¿Por qué papá?

   —Sólo obedece —él estaba murmurando, así que yo hacía lo mismo.

   —¿Jugaremos a los espías? ¿gana el que encuentre primero a mamá?

   —No, vete al auto —su tono de voz era duro, me hacía sentir extraño, él no me hablaba así.

Gritos se escuchaban en la habitación que estaba cerca de la cocina. Donde lavaban la ropa. Comencé a caminar y papá me detuvo, su cara estaba seria y me tomó en sus brazos para llevarme a la sala.

   —No te muevas de aquí, ¿de acuerdo? —me pidió suavizando su gesto.

   —¿Por qué?

   —Edrick, no preguntes tanto —me reprendió «Tantas preguntas que hice en aquel entonces me recordaban a Idunn, quizás por eso detestaba que me cuestionaran todo».

Yo No Me EnamoroWhere stories live. Discover now