𝐢𝐢𝐢. ESTÚPIDOS

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El chico rubio se levantó al instante y se puso delante de ella. Como si estuviera protegiéndola.— Ha sido sin querer, mamá. Estábamos montando en bici juntos y... me he caído— tenía que buscar una forma en la que todo encajara, incluso la herida masiva que tenía en toda la tripa— y a Mia no le ha dado tiempo a frenar.

La castaña se sorprendió de que se acordara de su nombre. También se sorprendió de que el chico rubio estuviera mintiendo. Supuso que era por el alcohol, tal vez tenía prohibido beber. Pero cuando tenías prohibido beber bebías hasta ponerte en tono no hasta quedarte inconsciente, pensó Mia.

A pesar de todo decidió seguirle con la mentira, ¿quién era ella para estropear su excusa? Además, ella acababa como la buena, cosa de la que no estaba segura de que era.— Sí, ha sido sin querer, le he visto tarde.— y era verdad, ayer no intentaba atropellarle y le vio demasiado tarde.

La otra mujer que había salido del mismo coche ya había llegado a donde estaban los otros y tenía una mirada de terror cuando veía la marca en la cara de Jeremiah. La verdad es que sí que se había hecho daño con esa caída.

— Y me ha pasado por encima de toda la tripa.— siguió contando rubio.

Mia estaba un poco preocupada de que se dieran cuenta de que la herida no era de ahora sino de ayer porque suponía que estaba un poco más cerrada que ayer y con más moratones.

— Ahora solo estaba comprobando qué tal estaba.— le apoyó Mia recordando que el ataque de pánico había tenido que ver con su madre. Supuso que tampoco querría que su madre lo supiera.— Por eso estábamos aquí agachados.

Al poner los ojos sobre el rubio vio que le estaba enviando una mirada de complicidad, se veía agradecido de que mintiera sobre eso. Mia solo le sonrió como respuesta.

— ¿Y qué tal está?— volvió a hablar la señora rubia.

Mia no tenía respuesta para esa pregunta, por suerte Jeremiah fue rápido contestando.— No muy bien.— hizo una mueca levantando su camiseta de tirantes y mostrando el desastre que le hizo Mia anoche.

La castaña se llevó una mano al pecho y sus ojos se aguaron. Ella le había hecho. Solo ella. No podía sentirse más culpable. Nunca le había hecho tal daño a nadie. El máximo de daño que hizo fue en un partido de fútbol al que la obligaron a jugar en el colegio y al tropezarse se llevó a Matt por delante haciéndole un esguince de tobillo.

Esto se veía mucho peor que el esguince de Matt.

Intentó secarse las lágrimas con una mano de forma disimulada para que ninguna de las señoras se enterara, por suerte ni se fijaban en ella, sus ojos no podían alejarse de la marca enorme de rueda de la bicicleta que parecía tatuada con un martillo en el torso de Jeremiah.

Él sí que se dio cuenta de esas lágrimas.

— Dios mío, tenemos que llevarte al hospital ya. Puedes haberte roto algo.— dijo asustada la rubia.

Él levantó las manos en el aire para intentar infundir calma.— Tranquila, mamá, estoy perfectamente. Mia ya ha comprobado que todo está en su lugar y nada me duele suficiente para estar roto.

Mia no ha comprobado una mierda, eso es lo que quería decir la castaña pero tuvo que callárselo. La mentira empezaba a tornarse mal para todo el mundo.

Con los ojos aguados se obligó a asentir pero no pudo. Ya le había hecho suficiente daño, no podía seguir haciéndole más. ¿Y sí se había hecho algún interno? ¿Y si tenía un derrame?

Mia no pensaba arriesgarse.

— Sí, lo he comprobado pero una nunca está segura. Una visita al hospital no iría mal.— podía sentir los ojos azules de Jeremiah en ella, intentando atravesarla con ellos. Supongo que ya no somos tan cómplices.

𝐃𝐈𝐒𝐓𝐑𝐀𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍 • jeremiah fisher [+18]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz