𝐃𝐈𝐒𝐓𝐑𝐀𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍 • jeremiah fisher [+18]

𝐢𝐢𝐢. ESTÚPIDOS

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         JEREMIAH se llevó las manos a la cara escondiendo la vergüenza que se mostraba en sus mejillas. No era por el beso, estaba claro que no era su primer beso, ni siquiera sabía si era el mejor. Su cuerpo entero e incluso esa voz en su mente le pedían que la besara de nuevo para ver si podía darle un mejor beso. Pero no iba a hacer eso, no podía.

— Lo siento muchísimo.— murmuró finalmente apartando las manos de su cara para ver la expresión en la cara de la chica castaña. Mia se veía confundida por su disculpa.

Todavía estaban muy cerca. Los dos de rodillas sobre la tierra y el rubio sabía que si se inclinaba un poco sus labios se volverían a rozar.

Y fue entonces cuando Jeremiah tuvo tiempo para verla completa, lejos del estrés, del ataque de pánico. Mia llevaba un top corto que dejaba ver un poco de piel hasta la zona del ombligo donde empezaban sus pantalones vaqueros cortos de tiro alto. Estaba preciosa y aún así estaba manchando sus rodillas para estar ahí tirada a su lado. Salvándole.

— ¿Por qué te disculpas?

— Porque soy estúpido.— él se echó hacia atrás haciendo que su trasero se apoyara en los talones y acabando con el espacio tan cerrado que tenían. Ahora sería imposible volver a besarse.— Te he besado.

Mia soltó una carcajada.— Bueno entonces yo también soy estúpida. Yo también te he besado.

— Ya pero...— Jeremiah se llevó una mano al pelo revolviéndolo, solía hacer eso cuando estaba nervioso. Pero al hacerlo dejó bastante a la vista sus heridas haciendo que la cara risueña de Mia se cambiara a una serie. Le era imposible no echarse la culpa de eso.— tú lo has hecho por obligación.

Antes de que pudiera responderle, una mujer gritándoles les interrumpió.— ¡Dios mío, Jeremiah! ¿Qué ha pasado?— estaba muy asustada.

Mia giró la cabeza para ver como una mujer rubia cerraba la puerta del coche y corría hacia ellos, bueno en realidad corría hacia él solo. La castaña pudo ver similitudes entre los dos, sus ojos aunque los de Jeremiah eran sin duda más azules y para su parecer incomparables a ningún otro, el color de pelo y ese gesto de preocupación, se parecía mucho al que puso el chico la noche anterior.

Debe de ser su madre, pensó Mia, esa de la que tanto habla.

La chica castaña se echó a un lado para que la señora pudiera agacharse junto a su hijo.— Ha sido mi culpa.— murmuró Mia levantándose del suelo y atrayendo la mirada de los dos rubios y una señora de pelo oscuro que bajaba del coche.— Le he atropellado con mi bici.

La mirada de la madre cambio por completo y Mia juraría que esa señora quería asesinarla ahí y ahora.— ¿Qué?

Fue tal el susto que Mia dio un paso hacia atrás, como si aumentar el espacio entre la madre de Jeremiah y ella fuera a salvarla.