-Que te quede clara una cosa, Brooke. -comenzó a decir Cory y por la manera en la que habló, el tono duro y frío que usó, parecía como si estuviera a punto de amenazarla de la peor forma. Pero fueron otras las palabras que salieron por la boca del joven mientras la miraba directamente a los ojos. -Yo nunca haría algo que pudiera perjudicarnos... nunca haría algo que pudiera perjudicarte a ti. Así que quizás no llegues a creer del todo lo que digo y creo que, aunque me joda, no puedo reprochártelo del todo pero nunca, pase lo que pase, de ninguna manera, permitiría que te pasara nada malo. Y nunca me uniría a gente.

Tras esas palabras, Brooke se sintió aún más culpable y creyó estar a punto de echarse a llorar. Dios mío, ¿cómo podía ser tan estúpida? ¿Cómo se le podía haber pasado por la cabeza, aunque tan solo fuera durante un fugaz instante, que él la había traicionado de ese modo?

-Te creo. Te creo, Cory. -le dijo, con firmeza. -Perdóname, he sido una autentica estúpida.

-Sí, la verdad es que sí. -agregó el muchacho y a pesar de todo, hubo una cierta mirada divertida entre ambos. -Pero, a decir verdad, a veces eres bastante estúpida.

Brooke le pegó un pequeño pellizco en el brazo, que hizo que Cory se retorciese, riendo.

-Bueno, supongo que me merezco el insulto. -reconoció ella y le miró con cierta vergüenza. -Entonces, ¿me perdonas? -se atrevió a preguntar, de una manera inocente, como si de una pequeña niña se tratase. El chico tuvo que reprimir una vez más una sonrisa. Cory la miró, de pronto demasiado serio, tanto que en un principio la asustó. Quizás si que había destrozado todo, pero entonces, su rostro se suavizó y puso los ojos en blanco. Si, lo cierto es que esa pequeña desconfianza le había dolido al muchacho pero sin embargo, sabía que no había manera en la que él pudiera estar enfadado con ella, que probablemente nunca lo lograría. -¿Qué te parece si te invito a un helado mientras hablamos todo? ¿Te hará eso sentir mejor? Puedes cogerte ese de unicornio que tanto te gusta, ya sabes, el que se piden los niños pequeños...

Una vez más él sonrió y ella se relajó.

-A veces eres insoportable, Brooke. -murmuró él pero su cara parecía decir todo lo contrario. Cory comenzó a ponerse la chaqueta y se dirigió hacía la puerta, ella siguiéndolo.

Eran las únicas personas en el local y mientras ambos compartían un helado, fuera había comenzado a llover de una manera casi exagerada; quizás deberían quedarse allí dentro un poco más de lo que habían pensando.

-Bueno, ahora que ya sabes que yo no he sido quien ha robado la foto...

-Nunca dije que hubieras sido tú. -le cortó Brooke, taladrándole con la mirada. Aún así, Cory decidió ignorarla.

-¿Quien es nuestro sospechoso ahora? -preguntó y la chica solo pudo suspirar.

-No lo sé... quiero decir, que yo sepa, solo nosotros cuatros sabíamos donde estaba escondida al igual que solo nosotros sabíamos donde estaba la llave. -en realidad, había dos: una que siempre llevaba Brooke con ella y otra guardada en el bolsillo de un viejo abrigo que guardaba en el fondo de su armario. Era casi imposible averiguar que la llave se encontraba allí. -La habitación estaba intacta, como si ya supieran donde se encontraba, como si no hubieran tenido que buscarla.

-Ni Paul ni Aaron la han cogido, eso es imposible. -sentenció Cory, con una total seguridad. -No, ellos no.

En realidad, Brooke tampoco pensaba que los chicos habían sido pero sin embargo, le parecía admirable la confianza ciega que Cory tenía en sus amigos, como podía poner la mano en el fuego por ellos.

-Bueno, el hecho es que la fotografía ha desaparecido y que ahora se dedican a enviarme paquetes anónimos a mi casa.

De un momento a otro, el rostro de Cory pareció volverse más blanco y pudo ver como apretaba su mandíbula.

ALIADOS. (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora