Natalia arrugó las cejas. "A ver, espérate, ¿me quieres dejar afuera?" Preguntó con incredulidad, y su indignación solo creció al verlo meter cosas en su mochila sin mirarla, como si ella ya se hubiera ido. "Después de todo lo que he hecho para ayudar, ¿esperas que me quede en mi casa sin hacer nada?" 

Javier la miró. "Sí." Y siguió empujando cosas en su mochila.

Natalia cruzó los brazos frente a su pecho. "No."

Javier soltó su mochila y suspiró. "Natalia—"

"No, me vale madres lo que digas. Quiero ir, así que voy a ir."

"No tienes por qué venir con nosotros, lo podemos resolver sin ti", él argumentó marcadamente, enfatizando cada una de sus palabras como si estuviera siendo razonable y ella no le quería hacer caso. 

"¡Puedo ayudar!" Ella defendió, cada vez más frustrada por cómo él desdeñaba lo obvio, la desdeñaba a ella completamente. "¿Qué pasa si algo sale mal, ah? ¿Si el plan no resulta? ¡Van a necesitar a otra persona!"

"Ya dije que no." Fue hacia su closet otra vez. 

Ella casi se rió. "No puedes evitar que vaya." 

"Sí, sí puedo", Javier dijo con firmeza, tirando una chamarra a la silla de su escritorio antes de cruzar el cuarto hacia Natalia. "Y si hablo con los demás, estoy seguro de que van a estar de acuerdo conmigo— Te quedas aquí", declaró como una orden. 

Sus ojos se clavaron en los de ella con un brillo de rabia que no creía merecer, hasta que se volvió a girar y siguió moviendo cosas, resintiendo su presencia.

Natalia no entendía nada de esto. 

"¿Qué, te preocupa que la vaya a chingar o qué?" Le preguntó a su espalda, odiando el nudo que se estaba formando en su garganta. "¿Que tan poca es la confianza que me tienes?"

Javier pausó, apoyando sus manos en la superficie de su escritorio por un momento. La luz tenue de sus lámparas pintaba su rostro en sombras cuando volteó para mirarla por encima de su hombro. "Vete a casa, Natalia." 

Estaba tan acostumbrada a la imagen de su espalda hacia ella que podría haberla dibujado de memoria. 

Fue un segundo. La miró por un segundo y luego siguió actuando como si nada. Aquí estaba de nuevo, con sus silencios a sus preguntas que solo confirmaban lo que ella ya sabía. No tenía los huevos para decírselo a la cara— Nunca había podido. Pues, ella no iba a soportar esto más. Ya estaba cansada.

"Estás siendo super injusto conmigo, Javier." Y si el dolor era audible en su voz, ya no le importaba. "Sé que yo arruiné las cosas contigo, sé que sigues enojado por lo que pasó, pero los he estado ayudando durante todo esto, ¡y ahora me quieres mandar a la chingada!"

Javier pasó una mano por su pelo, todavía evitando su mirada. "Natalia, no se trata de eso—"

"¡¿Ah no?!" Ella rebatió, dejando salir su indignación, su frustración; meses acumulados de ello. "¿Entonces por qué solo me estás diciendo esto a mí? ¿Por qué no le dices a tu nenita perfecta Sofía que se quede en su casa, ¡¿ah?!"

Eso al fin lo hizo mirarla. "¡No podemos hacer esto sin Sofía, todo este plan es de ella!" 

"¡Pues podría darles instrucciones por un pinche Walkie-talkie o algo así!" Ella se quejó. "No tiene—"

"— Ya te pusiste ridícula—"

"—por qué ir para allá más o menos que yo!"

"— ¡¿Te estás escuchando lo que estás diciendo?!"

"¡La única razón por la que no quieres que vaya es porque eres un pinche pendejo rencoroso! Yo ya—"

"¡¿Disculpa?!"

"—me he disculpado contigo un millón de veces! ¡Los he estado ayudando—"

"Natalia."

"—todo este puto tiempo, ¡y tú todavía—"

"¡Natalia!"

"—no puedes tener la decencia de tratarme bien! ¡¿Qué chingados quieres que haga?!" 

Él la agarró de los brazos.

"¡Te quiero a salvo, ¿okey?!"

El tiempo dejó de correr. Natalia dejó de respirar. Cualquier otra cosa que fuera a decir murió en su boca.

Javier la soltó.

"¿Qué más tiene que pasar para que te des cuenta de que tu vida está en riesgo? Encontramos un cuerpo, Natalia. Esta gente está dispuesta a matar. A ti ya te secuestraron unos dealers que te podrían haber matado, y lo último que yo te habría dicho era que te mantuvieras alejada de mí— ¡¿Tienes una puta idea de lo que aterrado que estaba?! ¡Le apunté una pistola a mis compañeros!" Exclamó. "¡Perdí la puta cabeza! ¡Y ahora te andas metiendo en peligro una y otra vez! Mira, no sé cuál es tu problema, no sé qué madres estás tratando de probar, pero por el amor de dios, ¡ándate a tu casa y quédate ahí!

Javier se giró inmediatamente, regresando a meter cosas bruscamente en su mochila.

Natalia se quedó ahí, observando.

La misma espalda. Los mismos gestos frustrados. La misma aparente frialdad. La misma resistencia a mirarla.

Era igual. Era distinto. Todo este tiempo.

¿Todo este tiempo?

"Javi."

Él giró ofuscado y le ladró. "¿Qué?"

Ella le acunó el rostro y lo besó. 

Javier se tensó bajo sus manos, pero no se apartó de su toque. Natalia movió sus labios suavemente contra los suyos; una caricia, una disculpa, un ruego. 

Javier hizo un sonido en su garganta, un algo frágil y desesperado, y estrelló sus labios contra los de ella, envolviéndola en sus brazos. La besó con todas las emociones que nunca la dejaba ver, la atrajo más cerca con la misma fiereza con que le había dicho que se marchara. Natalia respondió a todo con su propia sinfonía de angustia y pasión. 

Se separaron por aire, permaneciendo cerca de la órbita del otro. 

"Si algo te llega a pasar, no me lo voy a perdonar nunca", dijo él, mirándola con ojos llenos de dolor.

"¿Y si algo te pasa a ti?" Ella respondió, miedo y cariño haciendo temblar su voz, humedeciendo sus ojos. Acarició su mejilla con el pulgar. "¿Yo qué hago?"

Los ojos de Javier danzaron entre los de Natalia. Él puso su mano sobre la de ella, cerró los ojos y apoyó su frente contra la suya. Se quedaron así un momento, solo sosteniéndose, respirando el mismo aire. 

Sus labios se encontraron otra vez. Y, bueno, ellos nunca habían necesitado muchas palabras después de eso. 

Ella lo siguió hasta su cama y hasta sus piernas. Él le quitó la blusa y besó su cuello, lentamente hasta su pecho. Ella le devolvió el favor, pasó sus dientes por su clavícula, sus manos por su estómago. Él la recostó y cubrió su cuerpo con el suyo. 

Podrían morir mañana, así que se sostuvieron el uno al otro, tan cerca como podían, tan fuerte como podían, para reafirmarse el uno al otro de que seguían aquí. 

Después de que el mundo dejó de girar y sus corazones se calmaron, Javier le acunó la mejilla y pidió solo una cosa. 

"Quédate."

Natalia se movió más cerca y envolvió sus brazos alrededor de él. 

La última vez, ella se había acostado de espaldas a él, y él la había abrazado así durante la noche.

Esta noche, se sostuvieron el uno al otro. 



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