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“Abre los ojos, por favor, tú no”
—¡Abre los ojos, niña! —sintió los iris arderle por la luz que le daba en todas las direcciones—. Buenos días, bella durmiente.
Tomó unos segundos para acostumbrarse al vacío resplandeciente del lugar y posteriormente a la creatura flameante que, extrañamente, era igual a ella. Cambiando el habitual color café de sus ojos y cabello, el primero remplazado por unos aterradores blancos que desbordaban fuego y el otro, por llamas entre amarillas y rojo ardiente.
—¿Dónde estoy? —cuestionó nerviosa, tenía una idea remota acerca de su paradero, pero tenía miedo de que fuera lo que suponía.
—Llamémosle limbo —respondió indiferente, apartó la vista del fondo sin fin para enfocarse, de nuevo, en la castaña—. Es raro verte desde esta perspectiva —se pavoneó formando un círculo perfecto al rededor de la joven—, ya sabes, veía a través de tus ojos.
—¿Cómo olvidarlo? —respondió irónica—. Eras un tormento.
La creatura frunció el ceño ante la respuesta—Auch, eso fue cruel —negó, sintiendo un leve, pero molesto, pinchazo en el corazón—. No olvides que este “tormento” —hizo comillas con los dedos— salvó tu vida, incontable veces, y a los que amamos.
—Pues tu acto de “salvar mi vida” —realizó la misma acción que la contraria— nos trajo aquí, ¡solas tú y yo!
Se alejó unos metros para darle la espalda a su gemela, cruzó los brazos y apretó un puchero en sus labios.
—Estás siendo muy injusta conmigo.
—¿Injusta? ¿Quieres hablar de quién ha sido injusta con quién? —apretó los puños tanto que las uñas se le clavaron en las palmas y pronto comenzaron a salir gotas de sangre.
Estaba alterada, confundida, echa pedazos, un momento estaba pasando la mejor noche de bodas y al siguiente el fénix oscuro se liberó y apareció aquí.
—Perdón por ser así —se giró en su dirección—, ¡perdón por ser una maldita entidad cósmica que destruye todo lo que toca! —la voz le tembló—. Pero también tengo sentimientos —por primera vez...—, sé amar fiel y locamente. Sufro, todo el tiempo, sufro cuando veo temor en los ojos de las personas, sufro cuando los escucho llamarnos monstruos, sufro... por no poder estar con él —cayó de rodillas sollozando—. Yo tampoco pedí esto, pero tengo que lidiar con ello.
La muchacha le dió una mirada cargada de lástima y empatía.
—Seguro está tan mal como nosotras —se frotó las manos en busca de aliviar su ansiedad—. Dime loca, pero juro que puedo oírlo...
—Llorar —la cortó—. Se impregnó en nosotras hasta la médula, cómo nosotras en él.
La joven se acercó a la creatura y le ayudó a ponerse de pie, no había más remedio que esperar, eso lo sabían muy bien.
—Extraño a Padmé, a Obi Wan, a R2.
—¿Qué hay de Jar Jar?
—Oh, por supuesto, a ese tonto gungan también —ambas rieron con notable dolor—. Diablos, no hay algo que no haría por ellos.
—Al fin estamos de acuerdo en algo —le regaló una cálida sonrisa.
