Capitulo 11

Depuis le début
                                    

Más tarde ese mismo día, mientras se preparaban para marcharse al aeropuerto, Lauren se dio cuenta de que Camila evitaba mirarla. Hablaba con Lucía y estaba muy cariñosa con Georgia, pero cada vez que su mirada se cruzaba con la de ella, la retiraba rápidamente, poniéndose roja. Lauren no podía dejar de pensar en lo ocurrido la noche anterior. Le resultó imposible resistirse a Camila y no podía dejar de pensar en ella.

Durante años, había evitado establecer lazos emocionales con nadie, no le gustaba sentirse tan vulnerable. No podía creerse que la Camila con la que se había casado fuese la misma persona de la que le habló su hermano. Las personas podían cambiar, pero el cambio que se suponía había experimentado Camila era increíble.

—Por tu silencio, supongo que no tienes ganas de tomar el avión —Juzgó Lauren mirándola. Camila buscó en su bolso y le dio a Lauren el cheque que había dejado en la cocina esa misma mañana, mirándola con enfado—Me disculpo por lo que pasó anoche. Este viaje va a ser todavía más desagradable si no aceptas mi arrepentimiento —Estimó Lauren, evaluándola a lo que Camila la miró resentida.

—No es tu arrepentimiento lo que no acepto —Espetó Camila—Es tu dinero.

—No entiendo por qué estás tan enfadada. Teníamos una apuesta, yo la he perdido y, cómo acordamos, he pagado... Tal vez te arrepientes de haber apostado tan poco dinero —Lauren hizo una mueca—¿Quieres que lo triplique para que no te enfades? —Camila miró para otro lado. El odioso cinismo de Lauren hizo que las lágrimas aparecieran en sus ojos—Vamos, Camila —La reprendió suavemente Lauren—No es la primera vez que te pagan por tus encantos. André me contó cómo te gustaba que te regalara joyas. No tiene sentido que te hagas la víctima ofendida; simplemente tú no eres así.

Poco después, estaban sentados en el jet privado de Lauren. Camila tuvo suerte de que, en el aeropuerto, no pidieran más documentos de los que tenía, ya que ni siquiera llevaba el certificado de nacimiento de Georgia.

Cuando el jet empezó a despegar, a pesar de lo lujoso que era y de que el personal de Lauren trataba que todo fuese lo más confortable posible, a Camila le entró el pánico. Cerró los ojos y sintió cómo Lauren le tomaba la mano, ante lo cual los abrió, encontrándose con su profunda mirada.

Camila la miró avergonzada.

—Ya sé que es una tontería, pero no puedo evitarlo—Se encogió de hombros suavemente.

—No es una tontería —Reveló Lauren apretándole la mano—Cierra los ojos y trata de dormirte. Antes de que te des cuenta estaremos allí.

Trató de descansar, pero, aunque estaba exhausta, al tener a Lauren sentada tan cerca, no pudo dormirse. Podía oler su perfume y, cada vez que se movía, sentía su cálido brazo rozar el suyo. Se dio cuenta de que la miraba una o dos veces. Se preguntó si sospecharía de ella.

Después de lo que había pasado la noche anterior estaba segura de que lo haría. Cuando finalmente llegaron al aeropuerto de Nápoles, unos cuantos miembros del personal de la familia Jauregui los estaban esperando con un coche.

—¿Cómo está mi padre, Guido? —Le preguntó Lauren al conductor del coche mientras los llevaba a Sorrento.

—Está debilitándose, signora Jauregui. Vive por la ilusión de ver a la hija de André—Comentó mirándolas levemente por el retrovisor.

—Sí... —Murmuró Lauren. Camila oyó el profundo suspiro de Lauren, su tono de voz era enormemente triste—Lo sé.

La villa Jauregui estaba situada cerca de Sorrento, sobre un acantilado en la bahía de Nápoles, entre laderas llenas de olivos y exuberantes limonares y naranjales. Camila miró a su alrededor maravillada. Las vistas sobre el mar eran impresionantes.

Soy otra mujerOù les histoires vivent. Découvrez maintenant