—¿Q... qué clase de cosas? —Camila no podía creer que aún hubiera más cosas.

—Normas que hay que establecer, esa clase de cosas. No quiero que haya malentendidos —Aclaró en un intento de no agobiarla demasiado.

—No sé qué quieres decir con eso—Cerró los ojos tan cansada de escucharla con respectivo odio hacia ella.

—¿No lo sabes?

—No.

—El vivir en la misma casa va a significar que, como es normal, tengamos un cierto grado de intimidad. No querría que te llevaras una impresión equivocada—Expresó con tanta incomodidad que se vio contagiada a Camila, aunque la rabia en la morena era más que la incomodidad.

—¿Exactamente a quién le estás recordando los términos de nuestro acuerdo, a ti o a mí? —Preguntó Camila con sarcasmo abriendo los ojos para verla.

—Por lo que me dijo mi hermano, parece ser que tú no siempre respetas las reglas del juego. Sería bueno que las recordaras —Contestó Lauren, tratando de serenarse.

—Pues hablando de romper las reglas, creo que tu beso fue un poco inapropiado para la ceremonia —Alegó resueltamente Camila.

—Habrá ocasiones en que tengamos que guardar las apariencias—Se excusó inmediatamente la mujer de ojos verdes, sin soltar su agarre en ella.

—¿Qué quieres decir? —Cuestionó Camila temiendo lo que se podría venir.

—A veces, tendremos que actuar, y tú, como mi mujer, tendrás que comportarte de un determinado modo respecto a mí—Explicó viendo la mirada marrón de su mujer frente a ella llenarse de rabia.

—¿Quieres decir que te tendré que adular? —Camila la miró indignada.

—Yo no lo diría exactamente así—Hizo una mueca ante la acusación de la morena.

—¿Cómo lo dirías, entonces? —Interrogó con voz gruñona.

—Todo lo que pido es que muestres un poco de madurez cuando estemos con más gente—Frunció el ceño al no darse de entender.

—Haré lo que pueda, pero no te prometo nada—Advirtió mirándola con tanto asco que Lauren sintió un estremecimiento recorrerla.

—Bien, mientras que las dos sepamos a qué atenernos.

Después de decir eso, Lauren la soltó y se marchó mientras Camila observaba a su sobrina, que la miraba con sus brillantes ojos verdosos, tal como eran los de Lauren.

—Mujeres italianas —Bufó tomando a la niña en sus brazos—¿Quién las entiende?, tal vez debería intentarlo —Pensó mientras abrazaba a Georgia—Parece que a ti te funciona. Tú sólo tienes que mirarla y se derrite—Sonrió con cariño al escuchar la risilla coqueta de Georgia como si supiera lo que Camila decía.

Una vez que Georgia se hubo dormido, Camila se dio una ducha. Se puso uno de sus cómodos chándales y se arregló su pelo marrón en una coleta. Cuando se disponía a bajar a la planta baja de la casa, Lauren salió del salón y se quedó mirándola desde la puerta.

—¿Te has vestido para la tarde? —Interpeló Lauren irónicamente.

—Una se cansa de la alta costura —Se argumentó Camila, forzando un bostezo de aburrimiento—Aparte de que todo ese material tan caro acaba con mi energía.

—Parece que tienes quince años.

—¿Quieres que me cambie? —Preguntó Camila con ironía, mirándola a los ojos.

—No —Rechazó Lauren sin haber captado la ironía, al verla fijamente, se apartó para permitirle el paso al salón, donde Camila decidió entrar—Estás bien. De hecho, muy bien—Halagó con un suspiro que pudo haber sido de anhelo, si no fuera porque Camila supiera que Lauren la detestaba.

Soy otra mujerWhere stories live. Discover now