𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟸𝟺

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― ¿Estás despierta?

Sentí el calor de su cuerpo emanando a mis espaldas.

No respondí, seguía sin querer hablar con él.

Estoy segura que le hizo algo a Arden. Arden no es así.

― Le dije a tu papá que tuvimos noche de películas.

Lo ignoré.

Papá debía estar trabajando.

Ojalá todo lo de anoche tan solo hubiera sido una película.

― ¿Quieres que te suba el desayuno?

El colchón regresó a su forma original cuando Calan, rendido, se apresuraba a salir.

― ¿Lo sabías? ― mi voz salió en un halo.

― ¿Qué cosa?

― Déjate de tonterías ― solté, amargo ―. ¿Lo sabías?

― Tenía mis sospechas, solo que ayer lo confirmé ― dijo al final, saliendo por la puerta.

Entonces yo era la única que no lo sabía.

¿Es que era tonta?

Cuanto más pasaba la mañana, más confundida me sentía.

Era extraño.

No me resultaba difícil creer que existieran cambia formas, de alguna forma sentía que esas cosas siempre fueran reales. Sabía que estaban ahí, pero me negaba a creerlo.

Pero yo no podía olvidar todos esos dientes afilados en su boca, la boca que alguna vez llegué a pensar en besar. Las largas uñas que crecieron de los dedos que tantas veces permití que me tocaran...

De todas formas, necesitaba respuestas.

Calan tenía un rato sin haber venido a irritarme, no quería hablar con él. Todo es su culpa. Si tan solo nunca hubiera llegado, tal vez Arden no hubiera perdido la calma.

Me vestí torpemente con mi ropa del día anterior, seguía algo mojada, pero no me importó en lo absoluto. Abrí la ventana. ¿Por qué se les ocurre dormir en el último piso? Ni loca sobreviviría a esa altura.

Salí descalza de la habitación en donde estaba, caminé a hurtadillas hasta el inicio de la escalera de espiral que tanto me costaba subir. Solo debía evitar que alguien me viera.

Bajé lo más rápido que pude y atravesé la cocina y la sala principal con éxito, y había llegado entera a la recepción.

― Lúa Hartmann... ― escuché a mis espaldas, en ese tono bastante desdeñoso.

Claro, nada nunca podía salirme bien.

― Alcalde Meyer ― me obligué a sonreír.

Estaba parado justo a un lado de la mesilla de entrada en la recepción, casi como si ya tuviera idea de que me iría y saldría por aquí. Calan se me figuraba mucho a él. Eran exactamente iguales, solo que uno más viejo y desdeñoso que el otro.

― Por favor, ya estás con mi hijo ― interrumpió ―. Puedes llamarme Jacob.

¿Estar con su hijo? Hasta que las gárgolas vuelen.

― No soy un objeto, señor Jacob ― dije su nombre de pila con tanto desdén como me fue posible.

― No, claro que no ― respondió con malicia.

Entendí que sus palabras querían decirme algo más, pero no lo comprendí.

― Si me lo permite, debo irme.

El grito ¿Cuál es el sonido de la muerte?Where stories live. Discover now