Los molinos de viento y los ¿Zombies de la Mancha?

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En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento en aquel campo y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:

—Parece que la ventura ha decidido quedarse atrás, más no retrocedáis que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

—¿Pero de que está hablando, vuestra merced? —preguntó Sancho confundido.

—¿Es que acaso no los veis? —cuestionó el orgulloso Hidalgo.

—Dice usted ¿los molinos?

—¿Molinos? —repitió incrédulo la última palabra de su acompañante—. ¡No! Hablo yo de los rapaces que se dirigen hacia vosotros; deben ser cientos, o quizá miles de ellos.

Sancho achinó los ojos intentando percibir las figuras que su señor describía, pero no lo logró.

«El calor se le subió a la cabeza» pensó Sancho al dirigir la mirada al que se disponía a la batalla.

Dijo entonces Don Quijote:

—Estaos preparado para lo que se avecina, y por ningún motivo permitáis que un insulso te muerda, porque has de saber, amigo mío, que si sus dentaduras te alcanzan, serás condenado a caminar por siempre muerto en vida.

Y, ajustándose la armadura, se empujó el valiente Hidalgo a batallar por sus vidas.

En eso, una fuerte ráfaga de viento alzó un aspa del molino, acertando a golpear el trasero de rocinante que fue a parar a tierra llevando a su amo consigo.

» ¡Este es mi fin, fiel escudero! —exclamó con lujo de drama el que en el suelo yacía—, pero has de cumplirme un gran favor. No dejes que los muertos andantes tomen uso de mi razón, clavadme esa espada tuya en el corazón.

Sancho quitó su sombrero y rascó con parsimonia su cuero cabelludo mientras un pensamiento —no muy agradable— atravesaba su cabeza.

Pensando que la razón de su señor hacía tiempo no tenía uso, Sancho tendió su mano a Don Quijote diciendo:

—Levántese su merced, que queda buen camino por andar, y si los que le siguen están muertos, estese seguro de que no se dignarán la tierra del descanso dejar.

Saliendo de su absurdo, reconociendo los molinos como tal, respondió Don Quijote:

—Calla, amigo Sancho, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza. Cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estas hordas de muertos en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; más al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la voluntad de mi espada.

—Dios lo haga como puede —respondió Sancho Panza.

Y ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba; y hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del puerto Lápice, porque allí decía Don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero; sino que iba muy pesaroso por haberle faltado la lanza.

Y, diciéndoselo a su escudero, dijo:

—Yo me acuerdo haber leído que un caballero español, llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una batalla roto la espada, desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y con él hizo tales cosas aquel día, y machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre Machuca, y así él, como sus descendientes, se llamaron desde aquel día en adelante Vargas y Machuca.

»Hete dicho esto, porque de la primera encina o roble que se me depare, pienso desgajar otro tronco tal y bueno como aquel, que me imagino y pienso hacer con él tales hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a verlas, y a ser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas.

—A la mano de Dios —dijo Sancho—. Yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída.

—Así es la verdad —respondió Don Quijote—. Y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella.

—Si eso es así, no tengo yo que replicar —respondió Sancho—; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir, que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.

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⏰ Última actualización: Jun 16, 2022 ⏰

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