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Si que el tiempo pasaba volando.

Eso era lo que pensaba Tanjiro.

Rengoku y Uzui se tubieron que retirar de los Hashiras por las lesiones provocadas en sus misiones, despertar la marca de cazador, entrenar la onceaba postura, derrotar a Muzan, y volver Nezuko en humana, para finalmente casarse y tener a su primer hijo.

Tanjiro: -vamos Giyu, tu puedes- dijo alentando a su hijo

Si, lo había nombrado como a Tomioka, era en honor a él, el pequeño daba torpes pasos hasta llegar donde su padre, el cual lo tomo en brazos y le lleno la cara de besos.

Tanjiro: -¡Bien echo Giyu, lo has echo muy bien!- dijo orgulloso de su hijo, que reía por los besos de su padre, le hacían cosquillas

Si, ahora tenia una vida tranquila, luego de muchas batallas, podía estar en paz.

Miro al cielo, estaba afuera de su casa, en la finca de Tomioka, estaba oscureciendo y las primeras estrellas estaban saliendo, sonrió aun más ante eso, ya no había demonios en las noches que lo atormentaran.

Tanjiro: -(me hubiera gustado que Tomioka-San pudiera vivir esta paz)- pensó recordando el pelinegro, pero fue sacado de sus recuerdos por su hijo, que le jalaba la ropa -¿Ya quieres entrar a casa?- le pregunto a su hijo que asintió -bien bien, vamos para comer algo- dijo parándose del suelo con el niño en brazos

El pequeño Giyu Kamado acomodo su cara en el hombro de su padre, viendo el patio de su casa, donde vio a ese pelinegro de mirada azulada, desde que tenia memoria lo veía, siempre estaba con su padre, o con su Tía Nezuko, o sus Tíos Inosuke y Zenitsu, cuidándolos, y con su regordeta mano se despidió de él, siendo contestado por el pelinegro, que le sonrió.

Solo para desaparecer después, algo común para el pequeño Kamado.

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Los años siguieron pasando, y las historias de los demonios y cazadores se volvieron leyendas, siendo olvidadas con el paso de las generaciones que nunca sabrán de los valientes hombres y mujeres que lucharon por la humanidad a la luz de la luna.

En una tarde de verano, el joven Kyojiro Rengoku, de 15 años leía con atención el viejo libro que su padre le había dado, era el diario de un antepasado suyo, que se llamaba como él, estaba en la parte donde relataba su amor por un joven llamado Giyu Tomioka.

Rengoku: -(que bonito)- pensó conmovido por las palabras que usaba su antepasado para describir a Tomioka en su diario -(es una lastima que Tomioka muriera antes de que el abuelo le confesara su amor, ¡De seguro que hubieran sido muy felices!)- pensó con determinación 

Estaba tan concentrado que termino chocando con otra persona, al ver quien era, se encontró con un compañero de escuela, Sanemi Shinazugawa.

Sanemi:- ¡¿Oye que te pasa?!- dijo con su habitual tono de molestia

Rengoku: -¡Perdón Sanemi, es que estaba leyendo el diario de mi abuelo!- dijo con una sonrisa y gritando, cosa normal en él

Fue cuando se fijo en algo, Sanemi igual traía un libro, cosa curiosos y poco usual, tomando en cuenta que Sanemi solo prestaba atención a los libros de Matemáticas, y ese libro no era de matemáticas, es más, podía jurar que se parecía mucho al diario de su abuelo.

Rengoku: -¡¿Qué lees Sanemi?!- quiso saber curioso

Sanemi: -¡No grites, estoy a tu lado como para que me andes gritando!- le reclamo y vio el libro en sus manos -es un diario de un antepasado mío- dijo a regañadientes 

Rengoku: -valla, ¿Y de que era es?- quiso saber curioso, bajando su tono de voz

Sanemi: -de la era Taishō-

Solo valoras lo que tienes hasta que lo pierdes [Demon Slayer] [Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora