Me quedo muy quieta en mi lugar, pasmada ante tanta sinceridad por su parte.

Usualmente pueden pasar largos minutos antes de que diga algo, dándole demasiadas vueltas al tema en esa cabeza suya. Pero ahora, con la firmeza y decisión en su tono, me ha tomado desprevenida.

La verdad es que no puedo ser muy objetiva al respecto, porque está de más decir que sea lo que decida mi hermano, lo apoyaré. Aunque eso no significa que cuidar a mi amiga de salir posiblemente herida no sea una prioridad.

—Debes hablar con Cristina—Comienzo. Me parte el corazón que todo esté yendo en picada para ambos, sobretodo porque él es mi hermano y ella mi mejor amiga. Sin embargo, no es un asunto mío. No quiero sofocarlos ni hacerlos sentir que me deben una explicación o ser cuidadosos con cómo puede afectarme a mi, simplemente por la relación tan cercana que los tres mantenemos. Al final del día, todo lo que cuenta es su propia opinión respecto a lo que quieran hacer—Dile cómo te sientes, sé igual de sincero que lo fuiste conmigo.

Menea la cabeza, dudoso—Es que no sé por dónde comenzar—Exhala un suspiro—Me quiero casar con ella, Dios lo sabe, pero necesito que entienda el amor que le tengo a mi profesión.

Apoyo la palma de mi mano en su hombro, le doy un ligero y corto apretón—Amas más a tú carrera que a tú pareja, Joan—Aprieto los labios en una delgada línea—Ese no creo que sea un buen comienzo para un matrimonio.

—Si no me caso, ¿Qué es lo que me queda?—Alza una ceja—Paso de los treinta años, Dalila. Se supone que debería sentar cabeza, formar una familia. Pero estoy atado a la cocina, y me estreso cuando llego a casa porque quiero volver al restaurante lo antes posible. No soy capaz de disfrutar de siquiera un maldito día libre.

—Quizás te refugias entre las ollas y los mariscos por temor a enfrentarte a la realidad—Sus ojos brillan con desesperación, no sabe qué hacer—No te quieres casar, hermano—Niego—Tienes tú propio contrato con el Anémona, no creo que haya espacio para otro, según lo que me dices. Y definitivamente no tienes que contraer votos sólo porque pienses que debas hacerlo.

—¿Entonces qué hago? ¿Aplazo la boda?—La arruga en su frente se marca con mayor profundidad, claro gesto de estrés y ansiedad. El hombre está abatido, consternado—Le tengo muchísimo cariño a Cristina, en verdad. Lo último que deseo es dañarla.

La garganta se me cierra al pensar en mi mejor amiga. Me duele el pecho al saber sobre lo que tendrá que hacer frente en los próximos días, pero me duele más la forma en la que Joan se ha expresado sobre ella. Cariño. ¿A caso ya no la ama más?

Lo comprendí todo mal. Creí que era un asunto de balance, de no querer ceder ni uno ni al otro. Trabajo o vida personal. Jamás que la había dejado de querer.

Todo es tan confuso. Hasta hace unos meses atrás estaba segurísima de que les aguardaba un futuro muy prometedor para ambos; la búsqueda de un nuevo departamento, el ascenso de mi hermano, el trabajo propio de Cris, la propuesta más romántica del mundo...

Cruzo los brazos sobre mi pecho, ciertamente un poco molesta—No lo sé, pero no la hagas perder el tiempo buscando flores y diseñando con una modista un costoso vestido—El tono de mi voz se pone más serio. Joan tiene que descubrir qué diablos quiere hacer con su vida lo más rápido posible, y sobretodo con su prometida. Es su problema ser indeciso, ella no tiene porque aguantarlo—Creo que ya lo tienes bastante claro, sólo que estás siendo un cobarde y no quieres admitirlo.

—¡Dalila, por favor!—Se exaspera—Esto no es más sencillo para mi...

—Tampoco para ella—Lo corto de sopetón—Te quiero, y siempre estaré de tú lado, pero cuando te equivocas pienso decírtelo. Igual que siempre—Veo de refilón a Bruno bebiendo un trago de agua. Caigo en la cuenta de que ha terminado con su circuito, por lo tanto la conversación con mi hermano mayor también. Es hora de volver a trabajar—Decídete rápido, sé honesto contigo y con Cristina. Ese es el único camino, luego recién tomen una decisión.

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now