El Amor: Cartas parte 1

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28 de Abril 2015

Había llegado de la escuela hace unas horas, estaba en mi habitación y habiendo terminado de leer "como agua para chocolate" pensé que sería buena idea buscar un libro que se le pareciera.

Me devoré la novela de Laura Esquivel, no solo por lo que necesitaba aprender de amor, también porque aprendí sobre un ingrediente mágico: la pasión.

Leer la historia de Tita, me había removido un cumulo de sensaciones que no habían pasado antes por mí cabeza ni por mi cuerpo, necesitaba un poco más de ese estímulo y sabía que mamá tendría algún otro libro que me podría servir.

Me dirigí a la sala principal de la casa y ahí estaba mi abuela viendo una telenovela y tomando una taza de té mientras bordaba.

Crucé la sala en silencio para no interrumpir su momento de relajo, ella lo notó y me sonrió agradecida. Finalmente llegué al armario que tenía las cajas cuidadosamente apiladas para comenzar a husmear.

Y algo llamó mi atención, nuevamente.

Los papeles de colores que estaban sepultados al fondo de la caja, parecían sobres, se veían como estas cartas del día de san Valentín. Con mi curiosidad a flor de piel y sin más espera, volteé el contenido de la caja en el suelo y tomé los papeles.

En efecto, eran cartas de amor, escritas y firmadas por... ¡¿Armando Mendoza?!

¿Mi papá escribía tarjeticas? ¿Acaso era detallista? ¿Para quienes iban dirigidas esas tarjetas? De pronto se las habían enviado a él y las tenía escondidas en esta caja para que mamá no las viera, pero no tenía sentido, las tarjetas eran de él, las abrí nuevamente y en efecto tenían su letra y estaban firmadas por él.

"¿Papá le escribía a mamá?" –pensé.

Sería extraño porque jamás vi a papá escribir otra cosa que no sean números en la computadora, además, en una ocasión él me dijo que las letras y las palabras no se le daban bien, que ese talento (si es que yo lo poseía) se lo debía a mi mamá.

No aguanté más la curiosidad y tomé una:

"Conocer tu pasado, lejos de distanciarme de ti, me acerca. Y quiero que olvides para siempre ese pasado. Que vuelvas a tener fe en ti, en tu cuerpo, en tu piel, en tu manera de amar... Porque tú eres sensible y sensual"

Era una tarjeta sin duda muy romántica, muy pasional y quitando la palpable sensualidad que irradiaban sus palabras, era un mensaje bonito sobre tener confianza en una misma. No podía evitar sentir un poco de vergüenza por leer esto, es decir, eran las palabras de mi papá hacia alguna mujer y me costaba visualizar a mi padre como un hombre joven y apasionado.

La tarjeta no tenía destinatario, esas palabras flotaban en el espacio en blanco.

Decidí tomar otra:

"Fue una noche muy bella, como hacía tiempo no la vivíamos.

Volver a sentir tus besos, recorrer tu cuerpo, volverte a desear me regresó de nuevo a la tierra, me rescató de la angustia en que me había sumergido.

No sé por qué huiste de mi lado, pero me siento feliz de haber amanecido con las huellas de tus labios en mi boca"

Otra vez, la tarjeta no tenía destinatario, pero para esta altura ya había corroborado que la letra era de papá y que sin duda eran sus sentimientos los que estaban escritos en el papel.

Algo de esa tarjeta se me quedó impregnado, tal vez ese tono esperanzado/melancólico que usaba papá. ¿Quién lo habría tenido así? Tal vez estas tarjeticas se trataban de los sentimientos que jamás le entregó a quien correspondían. Tal vez lo rechazaron y se quedó solo, intentando apagar su amor hasta que llegó mamá.

Observé con atención el resto de tarjeticas y sobres que encontré. Entre todas ellas debía encontrar alguna pista de quién despertó esos sentimientos en papá ¡y por dios que lo haría!

Porque no tenía mucho que hacer y el chisme estaba muy bueno la verdad.

El diario de Camila Mendoza PinzónWhere stories live. Discover now