Adiós Cantabria

50 7 2
                                    


LIVIA'S POV:

Arrastré la maleta negra por los blancos escalones de mármol del porche de mi casa y me dirigí hacia el Jeep de color verde oscuro. Abrí el maletero e intenté hacer encajar la maleta con todas las demás bolsas que ya había dentro.

Cerré el maletero, puse en marcha el coche y me dirigí hacia la gasolinera más cercana de mi pueblo, Heras. Justo cuando ya había llegado a Avía para repostar al máximo el combustible de mi Jeep, me sonó el móvil. Descolgué.                                                                                                                        

-¡Hola tía!, ¿vienes?-me preguntó y saludó Nadia mientras masticaba lo que probablemente era una cookie con virutas de chocolate.

-Estoy repostando. Enseguida voy para ya-contesté

-Date prisa, no vayamos a perder el avión- me urgió ella 

-Relax, seguramente ni Ada haya llegado al aeropuerto- repliqué

-Bueno...-titubeó ella-finalmente Joel vendrá con su hermano para pasar más tiempo con él.

Resoplé, lo que faltaba.

-¡Mierda!-mascullé

-Venga ya, Liv-me reprendió mi mejor amiga-tampoco es para tanto.

Me enfadé momentáneamente con ella. El viaje lo habíamos planteado entre las tres y era precisamente para pasarlo bien y ponernos al día tras no vernos un año entero debido a la lejanía entre nuestras universidades. Se podría decir que cada una cursaba en las universidades más recónditas de España. Pero hace una semana Nadia le había hablado del viaje a su novio, Joel y este a su vez se lo había comentado a su desaparecido hermano, Iván y como no, se habían acoplado al plan.                                                                                                                   

Digo desaparecido, porque, los padres de Joel y Iván estaban divorciados y cada uno de ellos vivía en una punta de España distinta: mientras que el novio de Nadia se había quedado en Cantabria con su madre, su hermano había decidido mudarse con su padre a Madrid.

Respiré hondo y me calmé. Nadia tenía razón. Además, yo no iba a permitir que Joel, ni nadie, me arruinase las vacaciones de navidad que había preparado con tanto esmero desde hacía tanto tiempo.

Vente minutos después ya estábamos enfrente de las puertas correderas de aeropuerto Seve Ballesteros-Santander, en Revilla de Camargo. Corrimos como si nos persiguiera el diablo a través de los blancos y anchos pasillos del aeropuerto y después de que nos chequearan, subimos al avión, donde ya nos esperaban los demás.

Nadia ocupó el asiento al lado de su novio y los asientos que rodeaban a Ada ya estaban ocupados, por lo que no me quedó más remedio que sentarme al lado de Iván.

Hacía ya varios años que no hablaba ni le veía. En vez de aquel muchacho desgarbado de ocho años, Iván era ahora alto, de hombros anchos, con el pelo unos tonos más oscuros que el de su hermano y sus ojos de un bonito color chocolate hacían resplandecer su cara. Nos saludamos con un movimiento de cabeza, después, él volvió a ponerse los cascos inalámbricos y yo admiré el paisaje tras la ventana del avión, dejando que mis pensamientos volaran al pasado.                                   

VIVIENDO UNA MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora