Capítulo 5.

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Stein.

Me desperté sintiéndome un poco confuso porque no reconocía el lugar en donde estaba...

Hasta que recordé que pasé toda la noche con Anthonella... Otra vez...

Su cama es suave y tiene un leve olor a su perfume de a diario que es un perfume de jazmines, y lo demás solo es el aroma natural que tiene siempre.

Huele a algo sutil, algo limpio... algo sencillo.

La puerta se abre de golpe dando entrada a una chica pelinegra con falda corta u botas altas...

Hoy luce más impresionante que nunca...

Su pelo vuelve a caer suelto, hasta llegar a sus caderas. Su falda roja llega hasta la mitad de sus muslos, un top negro y corto cubre sus pechos, dejando parte de su abdomen expuesto. Sus botas altas llegan hasta sus rodillas, adornadas con cordones toscos y algunos botones. Sus labios color carmín muestran una sonrisa mientras me observa levantarme.

¡ Madre mía ! ¡ Quiero esta vista todas las mañanas !.

– Tenemos una hora para desayunar e irnos para la escuela, así que vístete. — Cerró la puerta.

Me levanté y pasé a utilizar su baño.

Pese a que me tuve que vestir con la misma ropa de el día de ayer, me sigo viendo fantástico.

Bajo las escaleras hasta llegar a la mesa donde está el desayuno y le hago una mueca a Anthonella.

– No me gustan las tostadas con queso.

– A mi no me gustas tu, y no me ando quejando todo el tiempo. — Dijo picando otra rodaja de queso.

– ¿ Alguien se levantó con mal carácter ?. — Pasé por su lado y le tiré del pelo.

Ella suspiró y me miró de mala gana.

– ¿ Cómo no quieres que esté de mal humor si mira esta ropa ?.

Oh, era eso. Estaba disgustada por la ropa que llevaba.

¡ Pero si estaba guapísima!.

– Eso te pasa por tener mal gusto en los equipos de fútbol.

– ¡ Pero siempre ganan !.

– No creo que siempre sea así... mírate.

Se volvió hacia la mesa a seguir preparando el desayuno.

– No me gustan las tostadas con queso Anthonella.

– ¡ Eso es imposible!. A todos les gustan las tostadas con queso.

– ¡ Pero a mí no !. Quiero mermelada de fresa.

– ¡ Eso es asqueroso !.

– ¡ Dame mermelada de fresa o te muerdo !.

Incluso a mí me sorprendió mi actitud infantil ante la situación.

Ella fue hacia el refrigerador y me trajo la mermelada.

– ¡ Eso es, obedece a tu patrón !.

– ¿ Sabes Stein ?. Soy muy torpe. Se me suelen caer muy a menudo los tarros de mermelada en la cabeza de rubios amargados.

– Perdón patrona.

Ella sonrió y me pasó la mermelada.

Luego prosiguió a sentarse en la silla frente a mi y con mucho descuido metió su cabello en su tazón de leche.

– ¡ Mierda !.

Comencé a reírme muchísimo ante lo sucedido. Verla enojada era algo magnífico.

Stein ✅Where stories live. Discover now