| Capítulo 6 |

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Conocí a William Turner. Me enseñó el oficio gustoso, y congeniamos muy rápido. Él me contó que hacía ocho años la hija del comodoro, Elizabeth Swann,  y él lo rescataron de un naufragio. Su barco había sido atacado por un navío de velas negras, pero Will no podía recordar casi nada anterior al naufragio.

Conseguí fabricar numerosas espadas junto a Will y de vez en cuando íbamos a visitar a la señorita Swann y a su padre cuando teníamos que hacer una entrega. El interés amoroso entre ambos no pasó desapercibido y me di cuenta de que ambos se amaban, pero parecía que ellos no lo notaban. 

Me di cuenta también de que los hombres de la ciudad comenzaron a interesarse por los productos de la herrería una vez ingresé en ella. Según Will, tengo un encanto característico que llama la atención de cualquiera, lo que nos beneficia, y no iba a desperdiciarlo. 

El día del ascenso a comodoro del señor Norrington había llegado. Estaba guardando la espada en su estuche cuando William me pidió que me apresurara. Rápidamente agarré el arma y avancé con mi compañero hasta el hogar de los Swann.

—Llama a la puerta—le dije a Will.

—¿Por qué? Es tu amada—dije burlándome de él.

Me dio un coscorrón en la cabeza y se rio. Procedió a llamar a la puerta chocando la aldaba contra la base de metal causando un sonido bastante alto, llamando la atención de los que permanecían dentro del edificio. Segundos más tarde, un sirviente nos abrió la puerta con una sonrisa en el rostro.

—Imagino que estarán buscando al Gobernador.

—Efectivamente, ¿podría avisarle de que estamos aquí para hacerle entrega de un encargo que nos pidió?—dijo Will con una sonrisa.

—Esperen aquí, iré a llamarlo—dijo muy serio y se marchó con paso ligero.

Will y yo nos dedicamos a observar detenidamente el recibidor del palacete en el que nos encontrábamos. Will acercó su mano para apreciar mejor la lámpara situada a nuestro lado, arrancando uno de los soportes y seguidamente escondiéndolo para que el gobernador no se diera cuenta. Intenté aguantar la risa mientras lo miraba entrar en pánico hasta que apareció el señor de la casa bajando por las escaleras, seguido de uno de sus numerosos sirvientes. 

—Oh, señor Turner y señorita Doe, encantado de volver a verlos.

—Buenos días señor—dije yo inclinando levemente la cabeza a modo de saludo—tenemos su pedido.

Will abrió el estuche de la espada que nos encargó dejándola a la vista de todos los presentes. La sacó del estuche de terciopelo que la guardaba y se la tendió al gobernador. Éste la desenvainó delante nuestra, admirando la espada que tanto nos costó hacer a Will y a mi.

—La hoja es de acero forjado, con una filigrana de oro en la empuñadura—

El gobernador asintió observando todos los detalles del arma.

—¿Me permitís?—Will comenzó a hacer trucos lanzando y haciendo bailar la espada en su mano.

El Gobernador quedó encantado con las maniobras de Will, elogiándolo con educación.

—Impresionante, muy impresionante. El comodoro Norrington quedará muy complacido con esto. Transmitid mis felicitaciones a vuestro maestro—animó el gobernador.

—Así lo haremos. Un artesano siempre agradece que valoren su trabajo—

Yo miré a Will esperando una reacción graciosa de su parte, ya que los únicos que conocemos el trabajo que hay detrás de esas armas somos nosotros dos.
Entonces, la señorita Elizabeth apareció bajando por las escaleras, iluminándole la cara nada mas ver a mi acompañante esperando en el recibidor del edificio.

| La reina del mar | Piratas del Caribe |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora