| Capítulo 5 |

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El viento chocando con mi rostro, el olor de la sal en las olas del mar, los gritos de los hombres de la tripulación. Este sería un momento que nunca olvidaría. Llevaba en el barco al menos una semana. Había hecho buenas migas con toda la tripulación y les había cocinado mis mejores platos a todos, como le había prometido al capitán. A todos les habían encantado mis recetas y enseñé a Jacob a cocinarlas. 

—Jane, ven un segundo—interrumpió Nick haciendo gestos con las manos pidiéndome que me acercara a él.

—¿Sí capitán?

—Llegaremos a Port Royal en unas horas.

—De acuerdo, gracias capitán .—dije a punto de darme la vuelta para marcharme.

—Por favor, estamos a escasos momentos de separar nuestros caminos, creo que podemos dejar a un lado las formalidades, ¿no crees?

—Tienes razón—Me relajé por un momento, apoyando mi cuerpo sobre la barandilla de madera de la proa del barco.

—¿Qué piensas hacer cuando llegues a Port Royal?—comentó Nick.

En el poco tiempo que había estado a bordo de la Niña Bonita me había encariñado mucho con todos, especialmente con Nick. Se había convertido en una figura paterna para mí, aunque era consciente de que no duraría mucho.

—Tenía pensado encontrar un trabajo. Quiero ahorrar para conseguir un barco y navegar por todo el mundo como capitana de mi propio navío. Pero ahora no tengo dónde caerme muerta.

—Deja que te ayude.

Nick me agarró la mano y la colocó entre nosotros. Se echó la mano al cinturón donde tenía colgando una pequeña bolsa llena de monedas de plata y unas pocas joyas que robó no hacía mucho. La agarró y la tendió sobre la palma de mi mano.

—Tómalo como una recompensa por hacernos a todos un poco más felices.

—No puedo aceptarlo, Nick.

—Insisto. Nos hacía mucha falta tu presencia. Llevábamos un tiempo sin poder disfrutar de la compañía de alguien tan amable y simpático como tú—admitió Nick enternecido.

—Las aceptaré gustosa entonces. Gracias.

Recibí su regalo con una sonrisa en el rostro y le di un abrazo de agradecimiento.

Unas horas más tarde, ya por la mañana, vimos en el horizonte el puerto de Port Royal, lo que puso fin a mi acuerdo con el capitán Nick y desembarcamos nada más llegar el muelle.

—Muchas gracias por todo chicos, no olvidaré jamás este viaje.

Me despedí de todos individualmente, dando los agradecimientos y elogios correspondientes a cada uno. Finalmente me despedí con un abrazo conjunto.

Dejé a la tripulación atrás mientras cargaba con las pocas pertenencias que llevaba, que consistían en un par de camisas blancas  y otro par de pantalones ajustados, pero que permitían un libre movimiento, sin olvidar mis preciadas botas.

Mientras caminaba por las callejuelas de Port Royal, me planteaba lo que sería mi siguiente paso. Aprender un oficio respetable y encontrar un lugar donde dormir.

Me paré en frente de la puerta de lo que suponía que era una herrería gracias al cartel que había colgado justo encima de dicha entrada. Impacté mis nudillos contra la madera intentado llamar la atención de quien estuviera dentro. Inmediatamente escuché los gruñidos de un hombre, parecía que le había despertado.

—¿Qué quiere?—preguntó nada más atravesar la puerta. 

Era un hombre un poco más bajito que yo. Llevaba puesto un delantal manchado de grasa y quemado en algunos lugares de este. Su frente adornaba unas pequeñas gotas de sudor que se expandían por los cortos rizos de su cabellera.

—Busco un sitio donde pasar la noche. Puedo aprender el oficio y trabajar para usted si así me lo permite. 

El hombre me miró con curiosidad, planteándose mi propuesta.

—Por favor señor, prometo recompensarle con mi trabajo.

—Estarás una semana de prueba. Mi aprendiz te enseñará lo que necesites—dijo finalmente, para tenderme la mano y acompañarme hacia dentro del taller.

| La reina del mar | Piratas del Caribe |Where stories live. Discover now