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Taehyun siempre fue una persona centrada y seria, al menos hasta que conoció a los hermanos Huening. Bahiyyih y Kai eran la luz de su vida y haría lo que fuera por ellos.

Nunca conoció a la famosa Lea Navvab Huening, pero sabía que vivía en alguna parte de Londres y que residía en una escuela de un nombre extraño, pero podría jurar que ella debía ser igual de alegre y brillante que sus dos hermanos.

Ambos muchachos se habían mudado a Seúl cuando apenas tenían trece y once respectivamente, Kai siendo el mayor. Ninguno de los dos sabía coreano cuando se mudaron, por eso habían elegido al pequeño Kang "Terry" para guiarlos, y el hecho de que eran vecinos de piso ayudaba bastante. Lea tenía dieciocho en esos momentos y aparentemente el colegio en el que estudiaba era sumamente exclusivo o algo así. Tal parecía que Kai y Bahiyyih también habían entrado a dicha escuela, pero al ser menores de edad, tuvieron que mandarlos a casa de sus tíos.

No les tomó mucho volverse mejores amigos, y para los dieciseis, Kai y Taehyun se hicieron novios.

¿Alguien podía culparlo? Todos lo esperaban.

La tía Hyuna incluso bromeaba con que irían a su boda cuando ambos crecieran.

Pero ahora Kai no estaba. Y Taehyun se sentía terrible.

¿Por qué se había ido? Ni siquiera se despidió.

Y él se sentía una completa mierda por ello. Había dejado tantas promesas sin cumplir, sueños abandonados y un corazón roto. Tanto amor, tanto cariño, ¿para qué? Para después marcharse con el corazón del joven Kang consigo. Ahora solo veía el anillo plateado que decoraba su dedo anular con tristeza y lágrimas en los ojos.

No había pasado ni un mes de su partida, pero el dolor lo consumía vivo. No quería más que llorar el resto de su vida o lanzarse de un puente, y la última opción sonaba más tentadora conforme pasaban los días.

Y es que una vida sin Kai, su Kai, no era algo que él quisiera vivir.

Solo paseando por el apartamento que antes compartía con su pareja como alma en pena, recordando y sollozando, viendo las cosas favoritas de Kai regadas por todas partes, pues no tenía la fuerza para ordenarlas, queriendo dejarlas en donde estaban, donde su lindo novio las había dejado por última vez.

¿Era extremista? Sí, pero no podían culpar a alguien que quería mantener todos los recuerdos más felices de su vida.

Hasta levantarse de la cama le costaba cuando se daba cuenta que a su lado solo había un peluche de conejo en lugar de su novio.

Todos le decían que debía seguir adelante. Él sabía que ellos eran unos imbéciles.

La única persona que lo entendía era Bahiyyih, y ella llevaba días sin pisar su departamento. Sabía que también había sido difícil para ella, teniendo en cuenta que solo se tenían el uno al otro.

Y ahora que el mayor de los Huening no estaba, Bahiyyih también había comenzado a desmoronarse.

Lo comprendía, él no estaba mejor que ella.

O al menos eso repetía una y otra vez mientras que se preparaba un café para desayunar. Tenía una manta de patitos de juguete sobre sus hombros y la misma pijama de hace días.

—Dioses, te ves patético. —dijo una voz tras suyo, haciendo que se sobresaltara y casi tirara la taza de café caliente. Giró la cabeza con el ceño fruncido, observando a Bahiyyih cruzada de brazos y con una ceja alzada.

—¿Qué haces aquí? —murmuró el mayor, molesto. La chica sonrió sarcástica.

—También es lindo verte, Hyunie —dijo ella, girándose al desastre de ropa, libros y juguetes que adornaba la sala—. Oh dioses... —murmuró antes de comenzar a recoger las cosas del suelo.

I solemnly swear that I am up to no good - Kep1er & TXT AUWhere stories live. Discover now