EL FANTASMA DE LA REVOLUCION

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       —Aquí, debajo de este árbol está enterrado el dinero y cuando lo saques, te diré en dónde están enterrados mis restos, para que con ese dinero, les mandes a hacer una misa de nueve días. Después de eso podrás quedarte con el resto, solo tengo una condición: debes venir a media noche y estar solo. Eulogio, conozco tu alma y sé que eres una persona desinteresada, por eso es que te pido este favor, no es necesario que me respondas ahora, piénsalo hoy y me dices mañana.

Mi abuelo volvió ese día del campo mucho más temprano de lo común, pensando en la propuesta de aquel fantasma. En el camino se encontró con su compadre y le contó lo que había sucedido.

       —¿Pos de cual fumó compadre?

       —Yo no fumo compadre —contestó mi abuelo —¡es la puritita verdad!

       —¡Pos avientese compadre! Ahí está la mera fortuna...

       —No sé compadre, a mí me dan miedo esas cosas ¿Que tal que el dinero está embrujado junto con las joyas?

       —No sea miedoso compadre, uste vaya, ya verá que no pasa nada.
¡Es más...! —agregó emocionado —yo lo acompaño.

       —Pero el muerto me dijo que fuera solo compadre —replicó mi abuelo.

       —Pues vamos y poquito antes de llegar yo lo espero atrás, de lejitos lo veo compadre.

Al día siguiente, tal y como había acordado con el fantasma, mi abuelo y su compadre fueron al lugar, como lo tenían planeado. El compadre Chema se quedó a una distancia adecuada, desde donde podía ver claramente a mi abuelo. La luna llena iluminaba de maravilla la cima de aquel cerro y era fácil notar cualquier detalle.

       —Muerto, ya llegué —dijo mi abuelo temeroso una vez que llegó hasta el árbol

       —¿Has venido solo? —preguntó la voz.

       —¿Quién me iba a querer acompañar a estas horas? —replicó mi abuelo.

       —Antes de que comiences a escarbar, te tengo que avisar —anunció la voz —vas a tener visiones, verás cosas que no existen. No debes temer, nada de lo que veas será real ¿Aún quieres continuar?

       —Pues ya estoy aquí, ni modo de echarme pa atrás —respondió con inseguridad.

Mi abuelo cuenta que no tenía ni cinco minutos cavando, cuando comenzó a escuchar caballos que se acercaban a todo galope; levantó la mirada y notó que todo el lugar estaba tranquilo y callado, por lo que continuó con su labor, casi en seguida volvió a escuchar lo mismo, pero está vez más cerca, alzó de nuevo la mirada y lo que vió casi lo paralizó del miedo; muy a lo lejos se acercaba en caballo un grupo de soldados de la época de la revolución y sintió el enorme deseo de correr, más aún cuando estos empezaron a dispararle y sintió como las balas le rozaban por los brazos y las piernas, pero ningún disparo daba en el blanco, continuó escarbando mientras los oía acercarse.

       —¡Atrápenlo...! —gritaban los soldados —no lo dejen que escape.

De reojo los miraba y le parecía que cada vez estaban más cerca, pero él seguía escarbando, haciendo un esfuerzo enorme por ignorarlos.
Solo cuando le pareció que realmente estaban muy cerca, levantó una vez más la mirada para descubrir que estaban casi encima suyo apuntandole con sus rifles, mi abuelo alzó las manos para cubrirse del inminente disparo y fue justo entonces que los vió desaparecer frente a él... cómo enormes figuras de humo que se difuminan con el aire, se desvanecieron por completo ante sus ojos.

Una vez que todo pareció volver a la normalidad, continuó cavando, ya había avanzado bastante, cuando de súbito, un sonido bien conocido por mi abuelo y no del todo espectral lo hizo sobre saltar y ponerse en alerta, pues representaba una amenaza real.
El sonido de una serpiente de cascabel es inconfundible y siempre hace que se activen los sentidos, más aún si no logras verle. Mí abuelo se detuvo un momento y observó todo a su alrededor con extremo cuidado, una amenaza de esa magnitud no era para tomarse a la ligera, examinó todo el lugar, hasta donde sus ojos le permitieron observar pero no logró ver nada, volvió a escarbar y de pronto, algo golpeó en el fondo, parecía más sólido de lo común y se imaginó abriendo el baúl, lleno de oro y joyas, tal como le había indicado el muerto, escarbó con más impetu, motivado por su éxito, cuando de pronto el sonido del cascabel lo volvió a frenar en seco, esta vez lo escuchó mucho más cerca y cuando alzó la mirada la vio...
Una enorme serpiente negra se acercaba velozmente hacia él, con enormes ojos amarillos y redondos, brillantes igual que monedas de oro, en la cola del reptil  un cascabel grande, brillante y rojo tintineaba amenazante...

Entonces el miedo se apoderó de mi abuelo y en su intento por alejar al animal, le lanzó la pala con  la que escarbaba pero no sirvió de nada, el reptil evadió con facilidad la herramienta y logró acercarse aún más.

       —Calma Eulogio —le dijo la voz de pronto —recuerda que nada es real.

       —Pero la serpiente... Ahí viene y me va a picar —contestó mi abuelo alarmado.

       —No es real Eulogio, ya estás cerca, sigue cavando y no hagas caso.

Mi abuelo obedeció y con ambas manos comenzó a rascar la tierra que cedía fácilmente, mientras la serpiente no dejaba de acercarse, hasta que, de pronto sintió lo impensable: un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando notó que la serpiente comenzaba a enredarse en una de sus piernas, aterrado se giró para comprobar que, efectivamente, el enorme reptil estaba ya sobre él y se alzó amenazante, mirándolo directo con esos enormes ojos amarillos y entonces, mi abuelo, en un reflejo de desesperación y terror, tomó como pudo al enorme reptil y lo lanzó lejos de si, para ponerse de pie y poder huir.

       —¡Hey compadre! ¿Pos onde va compadre?

       —¿Cómo que pa donde voy? —respondió mi abuelo aterrado —¿Que no vió la víbora que me iba a picar?

       —¿Cual víbora compadre? No hay nada, yo de aquí lo estoy viendo y nomás miro que voltea pa todos lados, pero nomás está uste...

       —No compadre yo ya me voy, ahí escarbele uste a ver qué encuentra...

Mi abuelo cuenta que en la mañana, cerca de las seis, el compadre Chema tocó a su puerta muy enojado, cuando mi abuelo salió, el compadre le reclamó por haber trabajado en vano.

       —¡Mire nomás compadre! Ese muerto lo engaño, no había nada de oro, sí estaba el baúl, pero no lleno de oro como le hizo creer.

       —¿Tons que traía compadre? —preguntó mi abuelo con curiosidad.

       —¡Pos mire nomás que es puro carbón...!

       —¿Carbón? —preguntó mi abuelo incrédulo.

       —Ahí está pa que lo vea, se lo dejo pa que se ahorre aunque sea un poco de leña, nomás el baúl me lo llevo porque es de cobre.

       —No compadre, yo no quiero eso, aunque no sea oro, eso está maldito.

Justo en eso, un joven campesino que pasaba con su burro con rumbo al campo, los vió y le encargó a mi abuelo una ayatada de leña, misma que le pagaría al final del día, pero en lugar de eso, mi abuelo le ofreció regalarle todo el carbón que había dentro del baúl y el joven gustoso accedió. De inmediato bajó de su burro y comenzó a llenar sus costales con todo el carbón, ese día el joven no trabajó y una semana después, supieron que en Zacatecas se había abierto una tienda grande de granos y el dueño era el mismo joven a quien le habían regalado aquel viaje de carbón.

No imagino la expresión del chico al llegar a casa, contento por tener carbón como para una semana sin necesidad de tener que ir a leñar y descubrir que sus costales estaban llenos de oro, joyas y no sé qué tantas riquezas más y así, tal como la voz de aquel fantasma le dijo a mi abuelo, que le daba esa oportunidad por no ser ambicioso, creo que el compadre Chema si lo era y por eso solo encontró carbón y al chico que nada sabía y aceptó con gusto el viaje de carbón, recibió una recompensa mayor.

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