capitulo 57

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Maratón 3/3

-Lo has captado -asintió Fionna cerrando los ojos. Marshall cambió de postura, se puso de rodillas y se colocó a horcajadas sobre la pierna derecha de ella al tiempo que apoyaba la izquierda sobre su propio brazo. Al sujetarla de aquella manera, su penetración fue profunda y recta, y su muslo izquierdo rozaba precisamente donde más efecto hacía. Fionna tuvo que morder de nuevo la almohada.
-Está bien, ya te dejo en paz. -Cake parecía derrotada-. Lo he intentado.
-Adiós -dijo Fionna con voz ronca, y manoteó para devolver el auricular a su sitio, pero no pudo alcanzarla. Marshall se inclinó hacia delante para hacer los honores, y aquel movimiento lo llevó tan adentro del cuerpo de Fionna que ésta lanzó una exclamación mientras llegaba al orgasmo.
Cuando pudo hablar otra vez, se retiró el pelo de la cara y dijo:
-Eres malvado. -Estaba jadeante y débil, incapaz de hacer otra cosa que no fuera quedarse allí tumbada.
-No, nena, soy bueno -replicó él, y lo demostró.
Cuando quedó tendido a su lado, lacio y sudoroso, dijo con voz soñolienta:
-He creído entender que hemos estado a punto de traernos de nuevo a Bubú.
-Sí, y tú no has ayudado mucho precisamente -gruñó Fionna-. Además, Cake sabía lo que estabas haciendo. Jamás podré borrar esto.
Otra vez sonó el teléfono. Fionna dijo:
-Si es Cake, no estoy.
-Como que se lo va a creer -repuso Marshall al tiempo que buscaba el auricular.
-No me importa lo que crea, mientras no tenga que hablar con ella en este preciso instante.
-Diga -dijo Marshall-. Sí, está aquí.
Le tendió el teléfono y ella lo cogió, mirándolo con cara de pocos amigos. Él formó con la boca la palabra «Cheryl», y Fionna suspiró aliviada.
-Hola, Cheryl.
-Hola. Escucha, llevo un rato intentando llamar a Luna. Tengo unas fotos de Clara de las que ella quería copias, y necesito su dirección para enviárselas. Ayer mismo estuve ahí, pero ¿quién se fija en los nombres de las calles y en los números? De todos modos, no contesta al teléfono, así que ¿tienes su dirección?
Fionna se incorporó en la cama sintiendo que un escalofrío le recorría la piel desnuda.
- ¿Que no contesta? ¿Cuánto tiempo llevas intentando llamarla?
-Desde las ocho, creo. Unas tres horas. -De repente Cheryl lo comprendió, y dijo-: Oh, Dios.
Marshall estaba ya fuera de la cama poniéndose los pantalones.
- ¿Quién? -preguntó bruscamente, y encendió su teléfono móvil.
-Luna -respondió Fionna con un nudo en la garganta-. Escucha, Cheryl, puede que no sea nada. Es posible que haya ido a la iglesia o a desayunar con Shamal. A lo mejor está con él. Lo comprobaré y le diré que te llame cuando contacte con ella, ¿de acuerdo?
Marshall marcó varios números en su teléfono móvil al tiempo que sacaba una camisa limpia del armario y se la ponía. Cogió sus calcetines y sus zapatos, y salió de la habitación hablando en voz tan baja que Fionna no logró oír lo que decía.
Ella le dijo a Cheryl:
-Marshall está llamando a alguien. La encontrará. -Colgó sin despedirse, acto seguido saltó de la cama y empezó a buscar su ropa. Estaba temblando, con más intensidad a cada segundo que pasaba. Sólo unos minutos antes se sentía en la misma gloria, y ahora aquel horrible terror la estaba poniendo enferma; el contraste resultaba casi paralizante.
Entró a trompicones en la sala de estar, abrochándose los vaqueros, y vio a Marshall saliendo por la puerta. Llevaba su pistola y su placa.
- ¡Espera! -gritó presa del pánico.
-No. -Él se detuvo con una mano en el picaporte-. No puedes venir.
-Sí que puedo. -Fionna miró nerviosa a su alrededor buscando sus zapatos. Estaban en el dormitorio, maldita sea-. ¡Espérame!
-Fionna. -Era su tono de policía-. No. Si ha sucedido algo, no harás más que estorbar. No te permitirán entrar, y hace demasiado calor para quedarte sentada dentro del coche. Ve a casa de T. J. y aguarda allí. Te llamaré en cuanto sepa algo.
Fionna aún estaba temblando, y ahora también lloraba. No era de extrañar que Marshall no quisiera llevársela consigo. Se pasó una mano por la cara.
- ¿Lo-lo prometes?
-Lo prometo. -Su expresión se ablandó-. Ten cuidado de camino a casa de T. J. Y, nena, no dejes entrar a nadie, ¿de acuerdo?
Ella afirmó con la cabeza, sintiéndose menos que inútil.
-De acuerdo.
-Te llamaré -volvió a decir Marshall, y se fue.
Fionna se derrumbó en el sofá y lloró a lágrima viva, tragando aire a borbotones. No podía hacer aquello otra vez; simplemente no podía. No podía ser Luna; era joven y hermosa, aquel malnacido no podía haberle hecho daño a ella. Luna tenía que estar con Shamal. Estaba tan radiante de felicidad por aquel repentino cambio que probablemente estarían pasando juntos cada rato que tuvieran libre. Marshall la encontraría. El número de Shamal no figuraba en la guía telefónica, pero los policías siempre contaban con recursos para obtener números ocultos. Luna estaría con Shamal, y entonces ella se sentiría como una tonta por haberse dejado invadir por el pánico de aquella forma.
Por fin dejó de llorar y se secó la cara. Tenía que ir a casa de T. J. a esperar la llamada de Marshall. Hizo el ademán de dirigirse al dormitorio, pero dio media vuelta bruscamente y cerró con llave la puerta principal.
Llegó a casa de T. J. veinte minutos después, y eso que no había hecho nada más que lavarse los dientes, cepillarse el pelo y terminar de vestirse. Pulsó el timbre de la puerta prolongadamente.
- ¡T. J., soy Fionna! ¡Date prisa!
Oyó ruido de pisadas y los ladridos del cocker spaniel; a continuación se abrió la puerta y apareció el rostro de T. J. con un gesto de preocupación.
- ¿Qué ocurre? -preguntó T. J. al tiempo que introducía a Fionna de un tirón en la casa, pero ésta no pudo decírselo; no le salían las palabras. Todavía ladrando histérico, Trilby, el cocker spaniel, saltaba para subirse a las piernas de ambas.
- ¡Trilby, cállate! -dijo T. J. Le tembló la barbilla y tragó saliva-. ¿Luna? - Fionna asintió, aún incapaz de articular palabra. T. J. se llevó una mano a la boca y comenzó a lanzar desgarrados gritos de horror al tiempo que retrocedía contra la pared.
- ¡No, no! -logró decir Fionna rodeando con sus brazos a T. J.-. Lo siento, lo siento mucho, no he querido decir que... -Respiró hondo-. Todavía no lo sabemos. Marshall ha ido para allá, y me llamará cuando sepa...
- ¿Qué sucede? -quiso saber Galán alarmado, recién llegado al vestíbulo. Traía una parte del periódico del domingo en la mano. Trilby echó a correr hacia él meneando furiosamente la diminuta cola.
Aquel maldito temblor había vuelto a invadirla. Fionna intentó controlarlo.

El hombre perfecto (fiolee)Where stories live. Discover now