Se le acabó la gasolina a mi espada

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Cuando Wei Wuxian cumplió 10 años, Jiang Fengmian le regaló una visita a un parque de diversiones; por supuesto fueron sólo ellos dos y cuando Yu Ziyuan se enteró, le gritó tan feo al imbécil de su esposo que terminó en el hospital a causa de una amenaza de embolia. Jiang Cheng no supo mucho de ello, pero más tarde se enteró que su madre estuvo a punto de pedir el divorcio, pero el hombre le prometió hacer algo bueno para sus propios hijos cuando fueran sus cumpleaños.

Cuando Yanli cumplió 15, le regalaron un viaje a Mónaco y a Jiang cheng, cuando cumplió 10, su padre, el imbécil de su padre, se le ocurrió llevarlo a una conferencia de negocios, alegando que era importante para él conocer el negocio familiar, y tenía que acostumbrarse a lidiar con sus futuros socios y proveedores, porque su madre había obligado a su padre a llevarlo. Él, a la edad de diez años esperaba, aunque fuera, pasear con su papá, no verlo desde las sombras cómo cerraba contratos millonarios mientras se olvidaba de él y de esa fecha en especial... Imaginen su decepción, cuando descubrió más tarde, que al hombre se le había olvidado su cumpleaños.

Eso, por supuesto que fue tema de conversación de muchas sesiones con su psicóloga, porque no fue la primera y única vez que el viejo Jiang Fengmian hizo algo así, sin embargo, Jiang Cheng podía verlo con diferente perspectiva ahora, una más adulta que tomó años de terapia, y que ahora le permitía decir con tal tranquilidad y paz: Jódete Jiang Fengmian, gracias por nada.

Ahora, si bien seguía pensando que su padre bien podría estar en una estanque lleno de serpientes y escorpiones, y él estaría quitado de la pena; lo cierto es que si aprendió algo de todas esas conferencias y reuniones aburridas, y eso fue no explotar cada vez que tenía que lidiar con algún imbécil que, por alguna razón, parecía sentirse superior y con el total derecho de juzgar hasta el suelo por el que pasaba. Jiang Cheng aprendió el fino arte de no rodar los ojos como una bad bitch cada vez que escuchaba alguna estupidez salir de la boca de alguna persona así; pero ahora estaba haciendo un trabajo titánico al intentar no mandar al emisario del clan Gusu a decapitar por insolencia (porque eso sí podía hacerlo, ¿verdad?), por el contrario, estaba sentado en su trono, en el famoso salón de armas, mientras ese delgado eunuco de bigote de chivo se sentía con el derecho de abrir la boca en un clan ajeno, frente a un líder conocido por desatar su furia con la más mínima ofensa.

Al menos el discípulo atrás suyo tenía la decencia de lucir avergonzado.

-Un líder siempre debe estar preparado para recibir visitas y mostrar lo mejor de sí... y de su clan... -Cuál socio minoritario creyéndose gallina de huevos de oro, el eunuco levantó el cuello, mirando con mal disimulado desdén, oculto en clases de etiqueta, con una mirada clásica de alguien que le iba a doler tanto el golpe al caer de su destartalado pedestal. No podía verlos, pero los guardias en la entrada, y la famosa araña que lo custodiaba a su lado, estaban a dos insultos más de saltarle a la yugular y de verdad tenía que intervenir antes de que alguno de ellos le hiciera perder cara o algo peor...

-¿Y a ti qué? -Murmuró Jiang Cheng distraído, pensando que hablaba con algún imbécil de su época, donde después de ser desheredado ya no tenía que guardar apariencias. El emisario graznó un "¿Disculpe?" agudo e indignado, como si tuviera el derecho, el discípulo trás él se puso pálido, y sus guardias abrieron los ojos y se pusieron en defensa, seguro para detenerlo por si quería lanzarse a arrancarle la cara al viejo idiota frente a él. Por los dioses, estaba hastiado, con una mano se daba masajes en sus sientes, casi derretido en su asiento, con las túnicas púrpura de dormir mal puestas, descalzo y con su cabello amarrado en una maltrecha trenza la cual, aún tenía algunas hojas debido a su aterrizaje forzoso que lo llevó a esa penosa situación.

Le dolían partes del cuerpo que no se imaginó que le dolerían.

Jiang Cheng había despertado de nuevo en la habitación de set de drama xianxia, con las mismas malditas túnicas púrpura y en el mismo cuerpo fornido... oh vaya, y no estaba muerto. El pobre hombre volvió a la cama, pataleó, gritó desesperado y cerró los ojos, obligándose a dormir (siendo ignorado por todos en el exterior); sólo para descubrir de nuevo que su destino no sólo había cambiado, sino que ahora tenía que interpretar a un puñetero villano de cuarta, que sólo había salido esporádicamente para hacer ver a los Lan como nobles criaturas celestiales y criar al final boss también.

De enfermo terminal a un villano escoria que protege a su hijo precioso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora