dieciocho.

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A veces siento ganas de darme por

vencido, pero simplemente no puedo.

– Shawn Mendes (In my blood)

Todo parecía caerse, desmoronarse frente a sus ojos en cuanto escuchó las palabras de su madrastra

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Todo parecía caerse, desmoronarse frente a sus ojos en cuanto escuchó las palabras de su madrastra. Su corazón se estrujó, pensando en la posibilidad de encontrar detrás de aquella puerta una imagen que lo destrozaría.

Tomando las llaves de su coche, partió rumbo a la casa del peliazul. Rápido y sin titubear presionó fuerte el acelerador, pasando media noche logró llegar.

Su palma golpeó la puerta, fuerte, desesperado. Todo estaba a oscuras afuera, el pequeño sonido de grillos casi volviéndolo loco. Porque dentro de la casa había sollozos.

Optar por tirar abajo aquello que le impedía entrar estaba en sus planes, luego de gritar el nombre del peliazul y no obtener respuesta.

Bang Chan .—sale en un susurró de su boca. Felix se posa frente a él, nariz roja y ojos acuosos.

No hacía falta, no era necesario algo más. Bang Chan lo abraza.

Tenerlo así, protegido en sus brazos, sentir que nada pueda llegar a lastimarlo sin antes atravesarlo a él. Matarlo primero.

Un largo y desesperante tiempo, minutos de escandaloso miedo alojado en su corazón. Terror, angustia, culpa, tristeza, enojo. Luego un completo alivio.

Porque así era, él era su medicina ante el dolor. Una mirada, un toque, la simple existencia de un ser tan puro como él era suficiente para olvidarse a si mismo, hacerle pensar que el mundo no era tan mierda después de todo, porque personas como él seguían existiendo.

Claro que a veces, incluso un medicamento no es tan fuerte contra un dolor de cabeza.

Uno con nombre y apellido.

En la cocina, un hombre yace inconsciente.

Fue inesperado, Felix había bajado al escuchar aquel ruido, encontrándose con su madre siendo agredida por aquel hombre. Y luego a su misma madre estrellando en la cabeza del tipo un recipiente de vidrio.

Totalmente asustado se acercó a abrazarla, haciéndole esconder el rostro en su cuello para que no viera lo que había hecho. Celular en la mano, aún sonando bajo con las voces de Bang Chan y la desconocida hasta el momento.

Un, debe estar muerto ya, siendo escuchado antes de que la llamada se corte.

Por eso no había abierto la puerta cuando Bang Chan empezó a tocar, sólo hasta que escuchó su nombre siendo pronunciado, soltó a su madre y se dirigió a la entrada. Su aterrado corazón siendo consolado por un fuerte abrazo.

Sana ha llamado a la policía.

Absolutamente todo le es revelado, Bang Chan ya lo puede sentir mintiendo. Lo escucha atento, su madre también, quiere tragarse el nudo en su garganta cuando Bang Chan lo atrae de nuevo para abrazarlo entre lágrimas.

HaeWon es denunciada.

En ningún momento el peliazul se separa de Bang Chan, éste no se lo permite. El mayor quiere sentirlo cerca, recordarse lo cerca que estuvo de perderlo le hace apretarlo contra si, acariciando su cabello, besando su cuello, diciéndole incontables veces lo siento.

Perdóname por mentirte, sólo he conseguido herirnos más.

Felix le cuenta sobre su madre, mientras los policías se encargan del tipo y le hacen unas preguntas a la mencionada. Bang Chan lo sostiene fuerte entre sus brazos todo el tiempo, prometiendo protegerle a ambos desde ahora.

Haciéndole saber al peliazul que el anillo que lleva en el cuello como collar, no es sólo un regalo de perdón, es una promesa a futuro.

Sana es abrazada por el castaño también, una vez los policías se han llevado al tipo que mandó su madrastra. La mujer le pide quedarse, Felix también.

Esa noche, Bang Chan no puede dormir hasta que le haya brindado calor a Felix, hasta que le haga olvidar los momentos amargos de ese día, brindándole la misma droga que él le da para olvidar.

Un último encuentro entre ambos, antes de que todo se venga abajo.

Un último encuentro entre ambos, antes de que todo se venga abajo

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¡gracias por leer!

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