7. Nuestra Historia

434 48 84
                                    

–Bien, esta puede ser tu recámara – Pei Ming ayudaba a meter la última maleta a la ordenada habitación. Está era en un color vainilla cálido que se iluminaba con la luz del sol de la ventana, dandole un aspecto primaveral que a la primera impresión de Mu Qing le hizo sentir inexplicablemente tranquilo. De igual manera los muebles de caoba en acabado oscuro adornaban la habitación que daba la impresión de ser de clase alta.



–Gracias – Mu Qing pronunció un poco menos reacio que antes. Pei Ming notó ese tono agradable y sonrió colocando una mano en el hombro de Mu Qing



–Ay A-Qing, no tienes que agradecerme nada jamás. Estoy feliz de que estés a salvo – los ojos de media luna de Pei Ming aparecieron. El ambiente entre ambos era cálido, su cercanía era cada vez más notable aunque aún así Mu Qing dió un paso atrás.



–Voy a acomodar todo, te lo agradezco. No quiero seguir quitando tu tiempo – se dio la vuelta y comenzó a abrir las cajas con sus libros. Pei Ming comprendió entonces que debía dejarlo, suspiró, cruzó sus brazos y antes de pasar el marco de la puerta al pasillo dijo



–Ah, por cierto. No te preocupes por Feng Xin. Ya he ordenado que a cualquiera que lo vea a los alrededores de nuestra casa no le permita pasar. Aquí estarás a salvo y si vuelve a intimidarte, solo dímelo. Al ser parte del equipo oficial tienes ventajas y esas ventajas son personas en todos lados que estarán dispuestas a ayudarte – explicó intentando tranquilizar al chico. Mu Qing asintió un momento y de nuevo se dió vuelta para ordenar todas sus pertenencias en su nuevo hogar.



Minutos antes de la media noche finalmente había terminado de desempacar. Sentía un inexplicable alivio pero también se sentía extrañamente desolado... La decisión que tomó quiza fue apresurada, pero no daría vuelta atrás.



Tomó una ducha más por ese día para quitar la tensión, seco y peinó su cabello en una trenza de espiga y finalmente metido en pijamas se deslizó dentro de las sábanas blancas.



Al otro día muy temprano despertó antes de que saliera el sol con un estruendoso rugido de su estómago. Había sido tan apresurado que no había comido casi nada todo el día de ayer y su necesidad corporal por alimentarse lo llevó a ponerse de pie e ir a la cocina antes del crepúsculo.




Era un chico autosuficiente; de esos que pueden cuidarse a sí mismos y a otros 10 como él por su dominio en habilidades hogareñas. No le tomó más de 10 minutos ubicar la cocina, los estantes, ingredientes y prepararse un almuerzo descente, aunque escaso ya que no quería abusar de los insumos de su nueva residencia.



Apenas el sol se iba asomando filtrandose por los ventanales del gran recibidor cuando él ya había terminado y limpiaba su área de trabajo. En eso una voz vino detrás de él



–Oh, realmente te trajo a vivir con nosotros – Mu Qing se giró y se encontró a esa chica seria pero hermosa a sus espaldas, mirándolo sin expresión y solo con una ligera sonrisa en sus labios. Era Ling Wen por supuesto.



Mu Qing no esperaba verla tan temprano sosteniendo una taza de café, llevando una bata de dormir de satén negro muy elegante y con mechones de cabello oscuro cayendo frente a su rostro. Entornó los ojos hacia ella. No podía ser cualquier mujer: una mujer que no cayera por Pei Ming debía ser una bruja o una mujer con habilidades que se alzaban hasta el cielo para que él no hubiese intentado nada con ella. Aclaró su garganta y trató de ser educado.



–Sí... ¿Hay algún problema JieJie? – preguntó cauteloso, rayando entre lo altanero y lo amable... La ceja de Ling Wen tembló un poco y su sonrisa se relajo, pero luego volvió a iluminarse



QUÉDATE LEJOS... O A MI LADOWhere stories live. Discover now