Capítulo 24

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Amery entró al baño y vio a Ezra parado frente al lavabo, él estaba cepillando sus dientes después de una ducha.

—Oh cierto, ya tenías una toalla —Amery guardó de nuevo la tela en la gaveta.

Era avanzada la noche y el cansancio le estaba pasando factura por esos momentos apasionados, ese día fue tan extraño e interesante que podía parecer un sueño.

Después de terminar la rutina de aseo, regresaron a la habitación y entonces Amery dudó, ¿la cama siempre fue tan pequeña?, no recordaba cómo durmieron ambos ahí. La superficie era apenas apta para él y el enorme cuerpo de Ezra parecía demasiado para ella. Dejó de pensar cuando Ezra se quitó la toalla y se metió entre las sabanas.

—¿Vas a venir? —mantuvo la cubierta elevada para él.

—Ahora mismo no sé si entremos los dos ahí —Amery se mordió el labio, era la primera vez que se avergonzaba con lo minimalista de su morada. Pero nadie lo podía culpar, ¿cómo en el infierno él iba a adivinar que tendría a un grandioso hombre sobre su cama?

—No te quejaste la última vez —su sonrisa sarcástica relució una vez más.

—¿No te pondrás primero algo de ropa? —cómo demonios alguien creería que podría dormir con semejante dios desnudo en su lecho.

—No duermo con ropa —no era una mentira, pero tampoco la verdad absoluta.

Amery suspiró resignado, aún tenía un día más de descanso antes de volver al trabajo, si no podía dormir esa noche, tendría la oportunidad en la siguiente. Desechó todas las dudas y con pasos lentos fue a su lado o, mejor dicho, casi sobre él. Sus brazos gruesos lo rodearon y fue cubierto con las sabanas y un cuerpo cálido, los dos no podrían quedar más cerca o terminarían por fundirse. Después de la timidez, a Amery le gustó la sensación de su rostro oculto entre el ancho pecho de Ezra.

El alfa no tenía queja alguna con el reducido espacio, si se alejaban poco más de un par de centímetros, alguno de los dos caería al suelo. Terminó en una ventaja que al principio creyó incomoda.

Todo lo demás estaba bien a excepción de que su omega tenia demasiada ropa para su gusto. Con un par de movimiento desabotonó la camisa del pijama y seguido de esta, los pantalones junto con la ropa interior volaron al piso.

Amery no se quejó ni intento detener su despojo, entendía que todo se trataba de sentir hasta con el último centímetro de su piel. Los dos lo deseaban, debían ser sensaciones sin más.

—La cama es demasiado estrecha —Ezra lanzó su última queja del día cuando enredó sus piernas con las más delgadas.

—¿Por qué no te vas a tu casa? —Amery se acurrucó contra su quejumbroso jefe.

—¿Por qué debería hacer eso? —le fue inevitable no dejar un beso sobre la frente suave.

—Entonces deja de quejarte —Amery apoyó la cabeza en el lugar exacto donde el corazón de Ezra latía. El sonido era reconfortante y en algún punto de la noche su olor lo envolvió, los sonidos rítmicos le dijeron que todo iba a ser mejor.

(...)

Al día siguiente Ezra no se fue, despertaron enrollados en las sabanas y la luz con la que se vieron despertando juntos por primera vez, fue cegadora. Amery con su corazón deseó que se quedara más tiempo junto a él, no tenía idea que harían en ese tiempo libre, pero estar así de cerca tonteando era todo lo que necesitaba.

—Hey —Amery sonrió adormilado.

—Hey, —la sonrisa en el hombre grande fue hermosa— ¿con qué comida llena de carbohidratos piensas torturarme hoy?

—Te diría que, si no te gusta, prepararas tú el desayuno. —Amery puso su mano contra la mejilla del alfa. Tocar ese bello rostro se volvió una fantástica realidad que no podía evitar— Pero sabiendo tus antecedentes, dudo que puedas siquiera preparar una sopa instantánea.

—¿Debería sentirme ofendido? —Ezra resopló socarrón.

—Sí así quieres —Amery se encogió de hombros.

Tuvieron una rutina tan normal que era como si no fuese su segundo día juntos, parecían una pareja vieja con hábitos conocidos. Al menos para Amery era lógico saber casi todo de su jefe para logar complacerlo en sus exigencias.

El día pasó muy rápido para su gusto, entre caricias subidas de tono que llegaron a una faena intensa, programas basura en la televisión con los dos tendidos sobre el sofá sin prestarles realmente mucha atención, compartieron un singular ordinario día.

Envuelto entre los brazos de Ezra y ante su mirada confundida, Amery logró pedir la cena. Después de una serie de protestas quisquillosas del alfa, por medio de una aplicación y en menos de media hora el repartidor llevó todo lo ordenado.

—No pongas esa cara —Ezra sonrió y pellizcó esos labios que formaban un puchero.

—Era mejor que yo te llevara a casa —Amery se sentía decepcionado y un poco ansioso. Unos sentimientos muy extraños y sin fundamentos, pero no menos reales.

—Ya había dado la instrucción desde el jueves —Ezra colocó sobre sus hombros el abrigo largo.

—Lo sé, per- —Amery fue acorralado contra la pared sin posibilidad a terminar la frase. Los labios apasionados y la lengua insistente dentro de su boca le robaron los pensamientos.

A pesar de que la excitación empezaba a flotar de nuevo en el ambiente, Ezra se alejó repentinamente de un Amery aturdido. Su sonrisa satisfecha por ver lo acalorado de su omega, fue un signo de buen presagió a sus palabras de despedida.

—Te veré mañana —presionó un beso sobre los hinchados labios, y desapareció por la puerta principal dejando a un Amery atontado con sus dulces feromonas.

Lo más difícil de esas últimas horas de domingo, fue el tener que separarse al anochecer. Amery no esperaba que Ezra se quedara a dormir, ambos tenían que hacer los preparativos para el día siguiente que debían ir a la oficina, pero muy en el fondo si lo deseó. Quiso ser fuerte después de que el alfa se marchó, pero absurdamente sintió la pérdida como una puñalada.

Sabía por una extraña razón que su alfa estaba bien, lo sentía en el fondo de sus huesos y en cada nervio y vena de su cuerpo. Era extraño el lazo que dijo Ezra habían formado con la mordida, podía deducir como estaba su compañero sin siquiera preguntarle.

Con el pasar de las horas el sentimiento de desconsuelo se hacía cada vez más molesto, en varias ocasiones Amery levanto el teléfono para intentar llamarlo, si escuchara por un momento su voz, quizá podría calmarse. Pero tuvo que contenerse y desechar esas ideas que solo lo harían parecer infantil y pesado. ¿Qué haría si Ezra se molestaba por su insistencia? O peor aún, ¿Qué si no le contestaba?

Esa noche no pudo conciliar el sueño, se sentía abandonado y algo dentro de él se movía inquieto con su soledad.

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