—Te toca llevarlo —su sonrisa dulce contenía la maldad que sentía.

—No sabía que así fuera —Ezra no le daría el gusto de verlo descompuesto. Para el orgulloso alfa no había nada que no pudiera hacer.

Pero Ezra casi cae en la trampa de su odioso secretario, al tocar la desgastada agarradera por poco dejó salir una mueca de asco, solo Dios sabía cuántas personas habían tocado eso. Pero él era un profesional, se recompuso antes de darle el gusto a su omega.

Entraron a la tienda por las puertas automáticas y la luz blanca de las altas lámparas le dio una nueva perspectiva de ese tipo de lugares. Con pasos firmes empujó el carro siguiendo a Amery por los pasillos casi desiertos. Si hubiera estado atestado de personas, posiblemente Ezra ni loco hubiera entrado, le tranquilizó en cierta forma que se vieran solo un puñado de individuos dispersos en el lugar.

Con el pasar de los minutos, era imposible que el alfa no sintiera las miradas nada discretas que le arrojaban. Tuvo que evitar fruncir el ceño con disgusto, ni siquiera podían disimular y las feromonas de algunos con los que tropezaban eran molestas.

—Disculpa —una voz suave llamó la atención del alfa que esperaba a Amery en un extremo del pasillo.

A su lado apareció un omega sonrojado que batía sus largas pestañas más de lo necesario. Ezra elevó una ceja cuestionando su interrupción, no tenía ganas de regalarle ningún sonido al extraño.

—¿Podrías bajar eso por mí? —el delgado dedo señaló una caja de cereal que estaba sobre la cabeza de Ezra.

Cuando el alfa bufó fastidiado por la petición, una mano se anticipó a él y tomó la caja. —Aquí tienes.

El omega se quedó indeciso cuando Amery le entregó el producto, era evidente que todo ese teatrillo era solo para llamar la atención del alfa.

—Ah, gracias —el extraño leyó bien el ambiente con todas esas feromonas de advertencia que Amery inconsciente derramó. No tuvo más opción que tomar la caja e irse precipitadamente o terminaría haciendo el ridículo.

—¿Quién diablos come ese cereal tan asqueroso? —el comentario de Amery salió áspero, aun sentía la molestia de que alguien más le estuviera coqueteando a su alfa.

Fue el turno de Ezra de sonreír burlón, los celos de Amery eran tan lindos, ese ceño fruncido y esa mirada penetrante solo lo hacían ver sumamente sensual. De un tirón en el delgado brazo, Ezra lo atrajo a sus brazos y lo aprisionó con un beso entusiasmado.

Amery no pudo evitar derretirse en su abrazo, dejó que lo besara hasta que sintió la sonrisa sarcástica y se alejó de Ezra no sin antes darle una advertencia: —No digas nada.

Ezra sonrió divertido y giró el rostro evitando su mirada. —No diré nada.

Amery se tragó la amargura del hecho de que él lo llevó a ese lugar, quería molestar un poco a Ezra, pero terminó fastidiado él. Olvidó por completo que su jefe era un magnifico ejemplar que llamaría la atención en cualquier lugar. El puchero molesto lo tuvo hasta que el alfa lo terminó rodeando por la espalda y depositó un beso en su nuca. Solo ese gesto bastó para que la irritación desapareciera al recordar a quien le pertenecía ese alfa.

Continuaron con su travesía por el supermercado sin más altercados, Ezra iba tras Amery a donde sea que lo guiara, sus ojos jamás se apartaron de su hermoso chico, observar esa clara marca en su cuello lo hacía sentir arrogante, él lo atrapó sin disyuntiva. Estaba atento a todo lo que hacía el omega, vio sus manos agraciadas tomar diversos productos y después de revisarlos los ponía en el carrito de compras o los devolvía.

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