Décimo quinto acto

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La respuesta a su reclamo fuera de lugar fue una mirada azul indiferente, hombros encogiéndose y un "El equipo consideró que sería lo mejor" dicho como si no le importara lo más mínimo lo que cada una de esas palabras en internet generó en su arrogante alma.

Era cierto, claro, no había relación. Harry se encargó de eliminar esa posibilidad con sus estúpidas palabras, pero algo en lo profundo de su ser se rebeló ante la idea del mundo sabiendo que el paraíso de unos ojos índigo estaba libre para cualquier pecador que rogara la redención.

Ignoró las dudas de su madre, los regaños de su hermana y la sutil lástima de sus amigos, fingió que no le dolía la incomodidad en la voz de Jay cuando la felicitó por su cumpleaños – olvidado en Los Ángeles, por primera vez desde que Louis empezó a trabajar con él – o el modo en el que las hermanas de Louis se distanciaron sutilmente de él. Presionó hacia abajo al monstruo posesivo cuando veía a aquel que consideraba suyo para adorar y soportar, riendo libremente con alguien más y se convenció a sí mismo de que finalmente, fue lo correcto por hacer.

Pero ahí, mientras veía al castaño sumergido en el trabajo, ya vestido para una jornada laboral – tras haber salido disparado a la ducha ni bien el sopor del orgasmo con regusto a poco del sexo matutino se disipó, como si no soportara seguir cubierto de la única muestra de lo sucedido entre verde y azul que no podían ocultar – y completamente distante del anhelo en su corazón, se preguntó si el soportar mantener su trono dorado en el mundo al que siempre quiso pertenecer, valía la pena.

—Tienes una última sesión de fotos hoy antes de la premiere la siguiente semana. —la voz eficiente del ojiazul lo sacó de sus penas — Inicia en tres horas, pero sería bueno que empieces a moverte, porque todavía falta revisar los últimos detalles de tu traje para el evento y tu modista solo tiene cupo libre hoy por la tarde, así que estamos un poco ajustados de tiempo.

Harry parpadeó con lentitud.

—Está bien. — se puso de pie y justo antes de entrar a la ducha, se acercó al pequeño escritorio en el que su asistente estaba instalado, inhaló una profunda bocanada del olor de su colonia para después del afeitado y con la poca valentía que pudo reunir, se atrevió a rozar sus nudillos manchados en emoción contra la mandíbula firmemente apretada de su oponente.

La única reacción del hombre más pequeño fue el sutil levantamiento de sus cejas.

El actor sonrió ligeramente amargo, giró sobre sus pies y entró al baño, cerrando la puerta tras suyo y con un hormigueo en los dedos, ahí donde habían estado en contacto con la cálida piel del menor. Se duchó con calma, tratando de no pensar en el embrollo que su vida amorosa se había convertido y dando respiraciones profundas como había aprendido de su terapeuta.

Para cuando salió, no se sorprendió porque Louis no estuviese a la vista ya que nunca se quedaba demasiado tiempo cerca y el hijo dorado de Hollywood creía firmemente que el único motivo por el que lo aguantaba a su lado unos minutos después del sexo, era por un retorcido sentimiento de lástima.

Se vistió rápido y tras pasar la mano por sus mechones húmedos, decidió dejarlos tal cual estaban, consciente de que en la sesión de fotos, estaría en producción por lo menos una hora, para que arreglaran su aspecto de acuerdo a lo que necesitaban.

Louis estaba en la cocina, desayunando lo que la Nana dejaba en su plato y en una animada conversación que mantenía con Hunter, entre risas fuertes por parte del guardia y sonrisas divertidas del asistente.

—Sinceramente, Hunter, eres un imbécil. —le dijo sin mucho calor en la voz.

Le dio una mirada de reconocimiento al rizado y un gesto para que empezara a desayunar, que parecía ligeramente aburrido.

Hate you, love me [l.s]Where stories live. Discover now