Encuentro inesperado.

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—Señor Sandro, lo hemos encontrado. Dimos con Arturo señor. Está buscando a Federico. En este momento estamos en el bar “No Sean Tarados”.

—Buen trabajo, —respondía éste al otro lado de la línea— esto traerá una recompensa para ustedes. Manténganlo vigilado. Necesitamos saber dónde se está escondiendo. A ustedes no los conoce, intenten entablar conversación con él para que entre en confianza, y por ningún motivo le den pie a que sospeche de ustedes.

—Sí señor, así lo haremos.

—Y por cierto, ¡ese bar tiene muy mala reputación, por algo lleva ese nombre tarados!

—Pero por lo menos de algo sirvió estar aquí señor. —Argumentaba Moisés.

—¡Sí, sí, como digan, no le pierdan la pista!

Moisés colgó la llamada y sin perder tiempo le dirigió la palabra a su compañero de copas. Debían encontrar la manera de llamar la atención de “Arturo”, ¿pero cómo hacerlo? De seguro ya no se hacía llamar así. Tendrían que ser cautelosos con él si pretendían no levantar sospecha alguna, y mucho menos darle a entender que se encontraban ligados al sujeto al cual con tanto afán buscaba. La oportunidad que ante sus ojos tenían no la podían desperdiciar, y mucho menos perderle el rastro a quien por largo tiempo habían buscado.

—De acuerdo Camilo, —Moisés, ya tenía medianamente resuelto el problema de cómo entablar conversación con “Arturo”— paguemos la cuenta y salgamos de aquí, tengo una idea.

—¿Y piensas salir afuera? Con el frío que está haciendo. ¿Por qué no le hablamos aquí?

—Tranquilo hombre, solo saldremos unos minutos, verás que en menos de lo que canta un gallo estaremos de nuevo adentro, y éste sujeto nos estará haciendo compañía.

—De acuerdo. —Respondía Camilo, no muy convencido en las palabras de su compañero.

Pagaron la cuenta de lo consumido y salieron del bar. Acto seguido, se dirigieron al vehículo con el cual se movilizaban, el cual estaba estacionado a escasos metros de la entrada. En ese minuto Moisés sacó una pequeña cuchilla que portaba y ponchó uno de sus neumáticos, al momento que le decía a Camilo que tomara el gato hidráulico y lo escondiera bajo uno de los asientos y sacara la llanta de refacción.

El plan para entablar conversación ya estaba en marcha, y solo bastaba que la víctima saliera del bar para abordarlo y solicitarle ayuda con el problema que le presentarían. Mientras aguardaban, Moisés le decía a Camilo lo que harían. Pasaron escasos cinco minutos cuando John Michael salió del bar y se dirigió al furgón para emprender la marcha, fue en ese instante que Moisés se acercó a él antes de que abordara su vehículo.

—Buenas noches amigo, disculpe que lo moleste. ¿Por esas cosas de la vida usted no llevará en su vehículo un gato hidráulico? Algún mal intencionado nos ponchó un neumático y no tenemos como levantar el nuestro para cambiarlo.

—¡Claro mi amigo, tengo lo que necesita! —Respondía John Michael, quien desconociendo lo que en verdad ocurría, se disponía a buscar la herramienta solicitada.

—Muchas gracias, ni se imagina de la que nos salvó, quedar varados en este sector a esta hora de la noche no es muy alentador. —Argumentaba Moisés para entrar en confianza con su víctima.

—Así es mi amigo, este sector no es muy bueno que digamos, sobre todo a esta hora. ¿Necesita que le ayude? —John Michael se ponía a disposición de aquel extraño en caso de ser necesario.

—Para nada, pero si quiere me acompaña mientras cambio el neumático.

—Vamos pues, por si necesita ayuda.

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora